Que un un taller cierre no es precisamente algo noticiable en estos tiempos que corren. Pero este taller del que hablamos era muy especial. Durante años un buen número de personas jubiladas han desarrollado una experiencia solidaria verdaderamente encomiable: cada cual con sus habilidades profesionales y personales atendía a cuantas personas solicitaban su ayuda, bien fuera arreglando un electrodoméstico, reparando muebles, adecentando una cocina o un cuarto, en fin, todo tipo de apoyo doméstico que se les pidiera, incluido el oficio de peluquería.Entre las muchas facetas positivas de esta labor hay que destacar en primer lugar el esmero que ponían en que su trabajo fuera totalmente desinteresado. Y lo que verdaderamente cuidaban con esmero en sus variados servicios era evitar hacer cualquier competencia a los diferentes ramos o profesiones: analizaban con lupa si verdaderamente las personas que solicitaban su ayuda era gente necesitada y jamás accedían a cualquier llamada que no respondiera a esta situación.En aquel solar de la calle Ustárroz en la Rochapea, cedido por la Can, que siempre ayudó en su financiación, decenas de personas jubiladas han hecho efectivo ese envejecimiento activo del que ahora tanto se habla y al que tantas personas anónimas tanto le deben. A la hora de reconocer y agradecer a quienes dieron vida a este proyecto nos asalta un sentimiento de pena al comprobar cómo experiencias tan encantadoras como ésta no tengan continuidad, tal vez de otra manera, en esta sociedad nuestra.

Asociación de Mayores Lacarra