a maniobra de la Junta de Osasuna para hacerse con el control absoluto de la Asamblea de Compromisarios, órgano del club que representa a su masa social, es un error. Un error que puede derivar en un inmenso error. Lo que más sorprende, visto el alcance del despropósito, es la arrogancia con que sus principales protagonistas tratan de defender y quitar importancia al golpe que han perpetrado a la representatividad de los socios y socias de Osasuna. Una arrogancia que sólo deja claro que esta maniobra estaba planificada para poder hacer y deshacer a su antojo en Osasuna, sin ninguna oposición que pudiera cuestionar sus decisiones. Una maniobra artera que evidencia, sobre todo, que sus principales protagonistas -y el presidente Luis Sabalza ha asumido en público la responsabilidad, aunque sean otras manos las que manejasen los hilos de la operación- han antepuesto sus intereses personales a los de Osasuna. El objetivo de controlar todo el poder de una sociedad deportiva se ha antepuesto a los intereses del club y de sus socios. Tanto en lo institucional, devaluando el carácter participativo y plural que han ido construyendo en los últimos años sus socios y socias, como en lo deportivo. Ni siquiera se pararon a pensar que una fractura en el entorno social de un club como Osasuna podía coincidir con una crisis en el ámbito de los resultados deportivos. O si lo pensaron, simplemente les dio igual. No es un buen escenario esa doble crisis, institucional y deportiva, en un club como Osasuna en el que su adhesión popular le hace un elemento diferenciador y clave para su supervivencia en un mundo complejo y traicionero como es el fútbol actual. Hay margen para llevar a los tribunales -como ha anunciado la Federación de peñas-, las dudas sobre la legalidad de un proceso democrático que estaba controlado y decidido de forma previa al resultado de las urnas por la Junta Directiva. Un ejercicio que solo se ha podido llevar a cabo con el uso del listado de socios y de los datos personales que componen el mismo. Una ventaja que no estuvo al alcance de ninguno otro de los candidatos. El goteo de compromisarios elegidos que han dimitido ya es una prueba objetiva de que el mal olor de estas elecciones aumenta conforme pasan los días. Sin olvidar las dudas legales que también se ciernen sobre la elección como compromisarios de empresas patrocinadoras como personas jurídicas. Otro error, que más allá de ese ámbito legal, ha hecho otro daño al club, toda vez que la imagen y el nombre de las empresas que se han prestado a este apaño -no todas lo hicieron- ya han quedado tocados ante la masa social osasunista y la opinión pública navarra. Si el objetivo era solo excluir de la Asamblea de Compromisarios a socios y socias que han sido interna y públicamente críticos con la gestión de la actual directiva y, sobre todo, con los modos del director general, Fran Canal, el precio para la imagen del club y, sobre todo, para su cohesión social, ha sido muy alto. Un error, además, innecesario. No había sombras de peligro, al menos a corto plazo, para Sabalza y su directiva, más allá de que la continuidad del presidente al frente del club exige una reforma de los Estatutos que le permita continuar en ese cargo. Otro precio excesivo para tampoco. Osasuna no es Sabalza, y seguirá siendo Osasuna sin Sabalza... Si no lo acaban vendiendo, ya como sociedad anónima, al mejor postor.