os cambios a los que nos hemos visto sometidos en los últimos 9 meses han sido innumerables, y de todo tipo. Pero, si algo ha cambiado de forma profunda en este año que ya acaba, ha sido la movilidad, o más concretamente, la ausencia o restricción de la movilidad. Nos encontramos hoy en una situación estática, forzada, brusca, drástica y sin alternativa, que nos ha hecho cambiar de modo de vida.
Todos y cada uno de nosotros estamos deseando que la libertad de movimientos vuelva a los orígenes de hace tan solo un año, para abrazar, conversar, viajar, negociar, interactuar, conocer y tantos y tantos verbos que pudiéramos incluir en un párrafo infinito. La merma de la movilidad ha sido, y es, la secuestradora de nuestros sueños, la impulsora de nuestra ansiedad y la responsable de pérdidas incalculables. Sin embargo, y sin ningún atisbo de celebración, el modelo del movimiento personal está evolucionando haciéndose claramente más ecológico y digital. Deberemos continuar en este camino para devolver parte de la deuda económica que tendrán que pagar las generaciones venideras, en forma de un mundo más sostenible.
A este recorte abrupto en los movimientos le hemos dado una respuesta en formato digital, algo que nos ha permitido mantener -y en algunos casos aumentar- las relaciones personales, familiares, los encuentros laborales, las negociaciones, los trámites con la administración y otros muchos contactos. En el balance del año que fue, podemos discutir cómo ha sido esta respuesta, al alza o a la baja, su calidad o efectividad. Sin embargo, en lo que no puede haber discusión posible es en que, al menos, se ha abierto el debate de la necesidad, o no, de consumir miles de kilómetros al año a en un coche, moto, autobús, tren, barco o avión.
Volviendo al principio de año, si hubiéramos preguntando al común de los mortales los nombres de plataformas de videoconferencias, la respuesta sería entre cero y una. En el mejor de los casos se hubiera nombrado la más obsoleta del mercado, por cierto, nacida en 2003 en el país digital de moda del momento, Estonia. Hoy, sin embargo, somos capaces de nombrar fácilmente media docena de ellas. Y además nos hemos convertido en verdaderos expertos en el arte de las videollamadas, recreándonos, poniendo fondos, añadiendo objetos, compartiendo documentos, adornando a los asistentes o moderando debates. Raro es el teléfono móvil que no tiene instaladas tres o cuatro aplicaciones de teleconferencia, mostrándonos que hemos consumado un gran paso para la humanidad en aptitudes y actitudes digitales.
Entre las pocas cosas a celebrar este año, se encuentran el salto de competencias digitales que hemos adquirido el grueso de la población. Adquirir esas competencias nos parece algo evidente pero no lo es tanto para las personas de más edad. Y no es por falta de ganas. En el centro de la UNED de Tudela, con financiación del Gobierno de Navarra, se han organizado más de 20 cursos para que las personas mayores se hagan usuarios, entre otras cosas, de herramientas de mensajería y videollamadas. Y han tenido una demanda espectacular (más de 1.000 personas de más de 65 años quieren estar conectadas con sus familias y su entorno y evitar así desplazamientos innecesarios). Estas competencias o habilidades nos permitirán afrontar la transición digital de la sociedad, la administración y las empresas de manera más rápida, eficaz y sin dejar a nadie atrás.
En definitiva, la población se ha habituado a socializar, trabajar, compartir y gestionar por medio de pantallas, ha digitalizado su movilidad y ha difuminado la huella de carbono que provocaban sus desplazamientos. Si bien no es algo que se quedará en la misma intensidad, sí que debemos conservar esta digitalización para contribuir a la conservación del medio ambiente y mejorar la calidad de vida. Pero, sobre todo, para dejar un mundo más ecológico, sostenible y respirable, a las generaciones venideras que involuntariamente asumirán la hipoteca que ha generado la crisis. Por tanto, el salto digital, inesperadamente impuesto y acelerado, supone una oportunidad de una transformación ecológica. Seguiremos relacionándonos, consumiendo y viajando, y al reducir la movilidad gracias a la digitalización conseguiremos reducir atascos, kilómetros, emisiones y padecimientos. De la misma forma, deberíamos hacer el mismo ejercicio digital en muchos otros campos y reforzar nuestro papel de aliado verde del Acuerdo de París, firmado hace exactamente cinco años y cuyo objetivo era, y es, “combatir el cambio climático y acelerar e intensificar las acciones e inversiones necesarias para un futuro sostenible con bajas emisiones de carbono”.
Los autores son consejero de Universidad, Innovación y Transformación Digital del Gobierno de Navarra y director general de Telecomunicaciones y Digitalización del Gobierno de Navarra