an saltado las alarmas. No han tardado mucho. La UE ha amenazado con denunciar a las farmacéuticas AstraZeneca-Oxford y Pfizer tras sus insistentes avisos de que no van a cumplir los compromisos de suministro de viales adquiridos con Europa. Compromisos por los que las instituciones europeas han adelantado ya el pago de millones de euros. No es fácil organizar una logística así, es verdad. También puede ser simple negligencia organizativa. O lo que sospecha la UE, el juego loco del mercado de la especulación neoliberal. La UE cree que los grandes laboratorios pueden estar priorizando la venta de esas vacunas a terceros a mayor precio. Las vacunas y otros tratamientos médicos ante enfermedades a la espera de cura son un inmenso negocio para las grandes corporaciones farmacéuticas y el máximo beneficio es su objetivo prioritario una vez que la investigación científica pública ha ido siendo desmantelada, lo llevan años denunciado investigadores y científicos, por un sistema neoliberal campando a sus anchas. Sin olvidar que las instituciones públicas han invertido ya miles de millones de euros de las arcas comunes para impulsar la investigación en busca de medidas médicas eficaces contra la pandemia del coronavirus, un inmenso pastel de negocio que ahora explotan exclusivamente esos grandes laboratorios. De nuevo, en otro periodo de inmensa crisis humana, social, laboral y política, asistimos a una batalla especulativa entre grandes farmacéuticas y mercados y otra geopolítica entre Estados en la que los ciudadanos somos simple convidados de piedra. Intuyo que los ciudadanos tenemos más que perder que ganar en esta inmensa juerga de los grandes acuerdos entre las grandes corporaciones. Un periodo de fusiones entre laboratorios farmacéuticos, grandes empresas de la alimentación, las grandes petroleras y las poderosas compañías energéticas o a las multinacionales que controlan ya una buena parte de los acuíferos del planeta Tierra y que pugnan por convertir ese bien común imprescindible en un inmenso negocio privado. Son todos sectores vinculados a la calidad de vida de seres humanos, animales y plantas. Y tras cada una de estas operaciones aparecen fondos especulativos de todo tipo que controlan la subida y bajada de los mercados, manipulan los precios, imponen el fraude y el escaqueo fiscal, los vaivenes financieros y las decisiones políticas, económicas y sociales de los gobiernos. La pandemia del coronavirus que asuela el planeta Tierra es sólo una inmensa oportunidad de negocio. El acceso a las vacunas para la humanidad -ya estipulado en la grosera prioridad excluyente de la capacidad de pagarlas lo que sitúa a los estados, los continentes y las personas en diferentes categorías-, es lo de menos en su balance contable. Sigo sin ver nada en todo ello que suponga avances éticos y humanistas para el bien común. Sólo más dinero.