uando la amenaza es el principal argumento de la política, el camino es corto. Antes o después, la amenaza deja de tener resultados. Esparza ha hecho ahora de la amenaza a los tribunales a sus adversarios políticos la base de buena parte de sus discursos políticos. Todo son amenazas si las respuestas o las decisiones políticas de los demás no responden a sus objetivos. También amenazó a la sociedad navarra con la llegada de un presente desastroso y negro cuando UPN perdió el Gobierno en 2015. Nada de lo que predijo ocurrió. De hecho, sucedió todo lo contrario. UPN le cogió gusto sobre todo a la amenaza con los tribunales de justicia contra todos y todo. Desde la expresidenta Barkos a la entonces consejera María Solana. Sin éxito alguno. Su última intervención amenazando a la presidenta Chivite con llevarla también a los tribunales si no destituye al consejero Manu Ayerdi es un paso más hacia ese camino en soledad que se ha empeñado en recorrer en la política navarra. Ayerdi dejará el cargo por decisión propia cuando la actuación judicial pueda afectar al cumplimiento de una ley foral que obliga a la dimitir a los altos cargos políticos investigados en los tribunales. Independientemente del resultado de esa investigación. Lo dijo él mismo hace ya semanas. Y lo hará también supongo porque piensa que es lo mejor para su familia y él mismo, para preparar si fuera necesario su defensa ante el Tribunal Supremo y para el proyecto político de Geroa Bai y PNV al que representa y para el Gobierno de Navarra al que pertenece. Las amenazas políticas de Esparza y el acoso mediático de la derecha no son tragos de gusto, pero tampoco son determinantes ya en una democracia como la navarra en la que las urnas y la libre voluntad de los navarros y navarras son las que deciden el modelo de Gobierno y las prioridades de las políticas públicas. A Ayerdi, si se acaba este periodo de dedicación política al servicio público -con muchas más luces que sombras, creo que es una opinión generalizada en la sociedad navarra y en los ámbitos institucionales y empresariales a los que ha dedicado su trabajo-, le quedará reincorporarse poco a poco a su actividad profesional. Y le sucederá un nuevo consejero de Desarrollo Económico en el Gabinete de Chivite. A Esparza solo continuar con la política de la amenaza a diestro y siniestro desde la bancada de la oposición para tratar de lograr atención mediática y social a golpe de descalificación y bronca. La ausencia de una propuesta positiva y constructiva para la sociedad navarra le impide obtener esa atención ciudadana por otra vía más pausada y más interesante y eficiente para aportar políticamente a la necesidad de solucionar los problemas que le afectan y lastran y a la búsqueda de propuestas y medidas que le permitan avanzar lo más solidariamente posible en tiempos convulsos e inciertos.