s de primero de pandemia, pero cada vez queda más claro que la colisión entre confinamiento y ocio nos va llevar por la calle de la amargura. Hay choque porque lo primero tiene que ver con estar sometido a algún tipo de disciplina y lo segundo, eso creemos y queremos, es un camino rumboso sin horario, sin prohibiciones, sin techos, sin órdenes. Todo sin. Así lo soñamos. Aunque cultivar el ocio no deba estar relacionado directamente con no tener horarios, el ocio que nos pide el cuerpo es ése, el que no tiene puertas -o puertas abiertas de par en par-, para que nuestro universo interior se expanda sin cortapisas ni relojes. Estrellitas brillantes que somos que necesitamos irradiar nuestra luz.

Esta vida híbrida entre tener que estar en casa porque es necesario y de precavidos y desear la calle a todas horas -para recogernos a tiempo siempre ha existido una larga enumeración de excusas- no acaba de encajar. Andamos muy atareados cuadrando agendas y las agendas cuadran a todos para estar en el mismo sitio y durante el mismo rato. En unas horas se comprime todo para casi todo el mundo. Si antes las tres de la madrugada eran las tres de la madrugada, con su personal nocturno de aquella manera y los garitos dando calor a cuerpos y almas en tránsito permanente, ahora las tres de la mañana han pasado a ser más o menos las seis de la tarde y a las seis de la tarde las ciudades son distintas que en la noche oscura y con ojos y luces que atrapan.

Terrazas abarrotadas como si no hubiese un mañana, animados grupos de chavales y de maduros apurando a contrarreloj los tragos de la fiesta tienen el mismo horario que los ciudadanos menos alborotados que también salen de sus casas para airearse, a su manera, con el mismo derecho de antes, por los espacios públicos por donde han pasado siempre a esa hora, la misma hora para otro uso de los nuevos expulsados de sus casas por la vida en la pandemia. Esta mezcla no está saliendo del todo bien y si en casa algunos se sienten atrapados, en la calle parece que nos han puesto los grilletes de los otros. Vacunarnos los unos de los otros, es la única vacuna que parece que tenemos a mano. La más en uso, la recomendada a veces, la más utilizada ahora.

Hemos cuadrado agendas y resulta que todos estamos por los mismos sitios a las mismas horas, la pandemia ha comprimido el horario