é que debería prestar más atención a las elecciones que se juegan ahora en Madrid. Si no por interés personal, al menos por obligación profesional. Pero la verdad es que apenas poso la mirada allí estos días, si acaso de reojo de vez en cuando. Sé también que posiblemente lo que ocurra en las urnas el próximo 4 de mayo afectará de una forma u otra al conjunto del Estado. Basta ver la campaña atroz de la ultradereha con la connivencia política del PP y el blanqueo de la mayoría de los grandes medios de Madrid. Pero no puedo evitar la sensación de ver a Navarra cada vez más lejos del jaleo permanente en que se ha instalado allí la política y todo lo que deriva de ella. Ayuso me parece un invento de la tecnocracia política que domina ahora el ejercicio de los mensajes en muchos lugares. Un personaje de laboratorio que ha hecho de la estridencia y la provocación un buen sustituto de la incapacidad intelectual que le acompaña. Seguramente, tendrá éxito. Tampoco hay una alternativa clara en la izquierda. Una pena para mis amigos madrileños. Incluso para quienes le votarán sin duda, no con entusiasmo, sino como reafirmación de su estado de ánimo de lo que significa ser de Madrid. De hecho, no creo que exista madrileñofobia en el Estado. Más bien lo que se ha instalado en Madrid al compás que marcan las elites políticas, financieras y económicas es una especie de madricentrismo. También, claro, en el periodismo de la Villa y Corte. Si no ocurre en Madrid simplemente no ocurre o no es importante. Y cuando miro de reojo me encuentro al marido de Esperanza Aguirre vendiendo un cuadro de Goya de mala manera para pillar unos millones de euros sin pagar impuestos y sin proteger el patrimonio cultural. Mientras, Aguirre recorre televisiones y tertulias arengando a las buenas gentes -la gentenormal que diría Maya-para que sigan mirando hacia otro lado ante tanto desmán permanente del PP y no se dejen engatusar por el comunismo. Acojonante todo. Y si no te encuentras con Aguirre, aparece Florentino Pérez, otro que tal, y su Superliga. Escuchar a Pérez afirmar que están todos arruinados y que él va a salvar el fútbol es un canto primaveral al ego de sí mismo que no tiene precio. La jeta de cemento del tipo este pesa toneladas. A estas alturas, ni siquiera sorprende. Tampoco me importa mucho, más allá de lo que pueda afectar a Osasuna. Que será, sin duda, malo. Esto es como lo de las elecciones de Madrid. Ayuso me importa nada, pero lo que lleva detrás de ese teatrillo y de su corte de aduladores, me asusta por peligroso. Experimentos como esos nunca acaban bien más que para unos pocos elegidos, y acaban perjudicando o jodiendo la vida a muchos. En realidad, Ayuso y Pérez y otros cuantos como ellos son el síntoma del mal y de la decadencia actuales que campan de la mano de Vox y sus acólitos y cómplices. Mediocridad, avaricia, imposición, clasismo reaccionario, corrupción... un modelo piramidal de sociedad en el que las migajas con suerte caerán hacia abajo para la masa de incrédulos que miran entre estupefactos y ensimismados a los de arriba.