Síguenos en redes sociales:

El farolito

La opción

ay políticos tóxicos? Bueno, todo el mundo sabe lo que es un jefe tóxico. O una jefa tóxica, vamos: eso da igual. Todo el mundo conoce el daño que hacen los jefes y jefas tóxicas y tóxicos. Hay estudios de eso. ¿Los hay? ¡Los hay! Se han hecho experimentos. Se sabe, por ejemplo, que un jefe tóxico puede destrozar una empresa viable, él solito. Y en cuatro días. A veces, los dueños de la empresa no se enteran, no saben a quién han puesto al frente. Otras veces, son tontos y piensan (por lo que sea, porque son tontos, sobre todo) que es mejor poner jefes tóxicos al frente. Es un gran error. En política, se supone que los dueños de la empresa son los ciudadanos, ¿no? Y también se supone que los ciudadanos no se equivocan nunca eligiendo al jefe. Pero, como diría mi hija mayor: ¿y si se equivocan? En fin, claro que hay políticos tóxicos. Yo mismo sería un político tóxico, si me metiera en política, creo. Estaría todo el día intentando hacerme el graciosillo. Aunque estoy absolutamente seguro de que no me votaría nadie. ¿Quizá, mi hija pequeña? Lo dudo. Mi mujer, seguro que no. Es supersensata. Entonces, ¿por qué hay gente que vota a los políticos tóxicos? Ah, ese es el tema de reflexión que os traigo hoy, me temo. Yo llevo décadas pensando en eso. Supongo que es mi tema insoluble favorito. Porque, si los ciudadanos se equivocan, entonces ¿qué? Entonces hay que joderse. Eso no tiene remedio. Si los ciudadanos quieren un jefe tóxico, entonces no hay salvación. Y pasa. Ya lo creo que pasa. ¿Crees que los ciudadanos no se equivocan? Claro que se equivocan. Se equivocan como todo el mundo: echa un vistazo a los ciudadanos, ¿los ves?, míralos bien, ¿cómo no se van a equivocar, eh? De hecho, como decía el diablo (o tal vez Voltaire) equivocarse es la única opción.