David Beriáin, por supuesto. Le pediste a tu madre que te dejara volar, y te dejó volar del nido, Artajona, al infinito. Y te cortaron las alas (egoak ebaki) justo cuando ya habías aprendido la lección, que es ni más ni menos esta: que hay que contar lo que no quieren que se sepa, porque todo lo demás es propaganda. Lo que quiere decir exactamente, que los conflictos, las guerras y sus atrocidades muestran que el hombre es un ser muy peligroso; que provoca las guerras porque tiene que vender armas, no al revés, como quieren vendernos la propaganda. Los medios son el fin. Las armas no son para apaciguar sino para crear el conflicto. Todos sabemos que está en las entrañas del ser humano, que se halla en la familia, en la pareja, en el vecindario, en el barrio, en el pueblo, en la ciudad, en la provincia, en el país. Solo hay que azuzarlo y darle o venderle una navaja, una pistola, una bomba, una metralleta a cada una de las dos partes. Por eso no puedes juzgar a ninguna de las dos partes, si quieres explicar las razones de cada una. Y entonces es cuando aparece la mierda de la condición humana; y si quieres relatarla te manchas, te enronas, que dicen en nuestros pueblos. Seguro que, ahora que te han cortado las alas, en tu pueblo te pondrán una calle, una plaza, algo sonado, para que las futuras generaciones sepan por qué te han hecho desaparecer de cielo de las aves hermosas. "Egoak ebaki banizkio, nerea izango zen", te cantaron los del pueblo, porque sabían tu secreto. Vuela.