ues nada. Ayuso ha arrasado en las urnas de Madrid. Queda por saber si además ha arrasado más cosas. De momento el PSOE de Gabilondo ha salido muy mal parado. Gabilondo parece una buena persona, pero era sabido que ser buena persona y catedrático de Metafísica no eran buenas cartas de presentación en un momento en que la política es sobre todo un espectáculo embarrado en el que las simples consignas se imponen con facilidad a las ideas y las propuestas. La metafísica lo tenía imposible ante la reivindicación básica de más cervezas para el pueblo y que paguen impuestos otros y el ensalzamiento de un madridcentrismo cañí como principales imágenes de marca electoral. De hecho, la segunda fuerza política tras este 4-M tras sobrepasar al PSOE se denomina Más Madrid y, pese a la buena imagen y campaña de su candidata, quizá no sea tan casual el nombre en sus buenos resultados. La idea de Madrid como una república independiente ha sido claramente triunfadora en el imaginario electoral de las madrileñas y madrileños. Ayuso lo ha sabido patrocinar y en eso, el 4-M ha situado Madrid donde ya estaba. Aunque hay elementos anímicos de cambio en el discurso político. Más conservador y más reaccionario. No se trata de simplificar. Hay muchas interpretaciones, muchas aristas de análisis y muchas hipotéticas lecturas de futuro, pero creo que una sobresale: la pandemia del coronavirus y sus consecuencias sociales han ido generando un caldo de cultivo en el que el malestar y el hartazgo ciudadano que permanecían soterrados han surgido como mensajes claros en las urnas a la primera oportunidad. Es cierto que la política de Madrid no es extrapolable al conjunto del Estado -Navarra puede ser un ejemplo-, pero ese cansancio y desconcierto social quizá sí sean más comunes que las posiciones políticas. Hay algo de aviso a navegantes ante el que no conviene mirar hacia otro lado o hacer oídos sordos. La incertidumbre, el miedo y la inconsistencia de este presente son caminos de fácil tránsito para la política más tosca y simplista. Visto el éxito de la fórmula, es fácil prever que la polarización, la bronca y la información basura alrededor de eslóganes de muy fácil consumo van a seguir imponiendo su poder al debate político de lo público y lo común. Aunque sean falsos. Ayuso también puede lucir el trofeo del abandono de la política por parte de Pablo Iglesias, aunque su marcha, una decisión ya anunciada y planificada antes del 4-M, tenga que ver más con la insoportable situación de acoso y persecución política, judicial, mediática y familiar a la que está sometido que con Ayuso. Más incluso que con sus errores políticos, algunos incomprensibles, que han ido lastrando la credibilidad como proyecto de Unidas Podemos. Y quién sabe si el triunfo de Ayuso no se llevará también por delante el liderazgo de Casado en poco tiempo. Y si no supondrá una creciente inestabilidad para el Gobierno de Sánchez en coalición con Unidas Podemos y la vía para un posible adelanto electoral pese a que tiene aprobados los Presupuestos y el Plan de Rescate y aún hoy una amplia mayoría en el Congreso. La tentación de adelantar las elecciones en Andalucía, con las encuestas a favor del PP y el PSOE sin liderazgo ni candidato, parece difícil de resistir. Tiempos inquietantes.