na vez más, el Ejército israelí ha convertido la Franja de Gaza en una carnicería. Al menos 115 palestinos —la inmensa mayoría civiles, incluidos 27 niños y 11 mujeres— han muerto en las incursiones aéreas israelíes desde el inicio de la ofensiva en la tarde del lunes, y más de 600 personas han resultado heridas. Y ya está todo preparado para una ofensiva militar por tierra y aire. La escalada más violenta -los cohetes palestinos han asesinado también a ocho israelíes-, desde 2014 con el origen esta vez en una nueva operación de expropiación y expulsión de familias palestinas de sus casas en Jerusalén Este. Un nuevo robo de tierras y propiedades al pueblo palestino. Netanyahu, líder israelí de la ultraderecha sionista, militarista y acuciado por denuncias de corrupción, lleva años impulsando la estrategia de ocupar ilegalmente zonas de Palestina. El objetivo, la expulsión y limpieza étnica, una vez más, de los palestinos. Será una nueva apropiación ilegal de tierras palestinas después del asesinato y la expulsión masiva de miles de familias palestinas en 1948. 74 años en los que cada intento de lograr una paz duradera y justa ha chocado con los mismos lastres que los procesos anteriores desde Camp David a Oslo o la Hoja de Ruta: el desequilibrio de fuerzas y de apoyos, una evidente supremacía militar, la causa palestina debilitada por la división interna y un creciente abandono de la comunidad internacional, que ha sido incapaz de hacer cumplir las diferentes resoluciones de la ONU en favor de los ciudadanos palestinos desposeídos por la fuerza de sus casas y de sus tierras. A todo ello hay que añadir el mantenimiento de la política de colonización de los territorios ocupados, la negativa a permitir el regreso de los miles de palestinos desplazados y encarcelados tras los diferentes conflictos y una evidente imposición de las posiciones más extremistas y ultraderechistas del sionismo -millones de judíos no son sionistas- en la política israelí; incluida la detención y maltrato de niños y niñas en los últimos años. La impunidad con la que mata el Gobierno supremacista de Netanyahu y su crueldad raya la política de exterminio. El silencio internacional es atronador. Ni la UE ni EEUU van a hacer nada. La ONU se limita a advertir a Israel, pero la realidad es que Cisjordania y Gaza, los restos de la Palestina real, están sometidos a un bloqueo ilegal, inmoral e inhumano que ha convertido ese territorio en la mayor cárcel del mundo, con 1,5 millones de personas hacinadas tras un muro de apartheid de 700 kilómetros, de las que el 80% depende de la ayuda internacional. Israel tiene, por supuesto, los mismos derechos que cualquier otro estado. Pero tiene también sus obligaciones legales internacionales que incumple sistemáticamente sustituyendo las reglas por el fin justifica los medios para extender la ocupación de territorios y el desplazamiento de los palestinos. El bombardeo indiscriminado de la población civil es ilegal en el Derecho Internacional. Y la lucha contra Hamás no varía esa legalidad ni la sistemática vulneración de la Legalidad Internacional y del Derecho Humanitario por parte del Gobierno de Israel. Las calles de Gaza están bañadas de sangre, dolor y de muchos niños que lloran y mueren sin saber por qué. Pero todo transcurre como si no ocurriera y quien tiene poder para detener el horror simplemente no lo hace. Un océano de hipocresía de un Occidente que hace tiempo que olvidó sus obligaciones políticas, éticas y humanistas con los valores democráticos y los derechos humanos.