El viejo convento de las Agustinas de San Pedro en Aranzadi fue el albergue que durante los meses en los que ha durado el estado de alarma han utilizado personas sin hogar que viven en la ciudad y que carecen de un techo. Hace dos semanas el edificio fue tapiado por orden del Ayuntamiento de Pamplona el que está llamado a ser el llamado hub de innovación audovisual, un laboratorio y espacio de encuentro de empresas del sector que guarda en sus paredes historias para infinidad de películas. Historias de personas migradas, en su mayoría de origen magrebí, que han viajado hasta aquí en busca de un futuro mejor. Precisamente diferentes ONG agrupadas en torno al Punto de Información para Personas Migradas denunciaba esta misma semana la situación de "exclusión" en la que viven y duermen más de una veintena de chavales en situación irregular, que no pueden acceder a albergues municipales, a las que no se les reconoce la situación de asilo, y que tienen vetada una habitación en una vivienda al no haber un alquiler asumible por lo que tampoco pueden censarse para obtener otros derechos como la renta garantizada. Es la situación de "invisibilidad" en la que se encuentran jóvenes entre 21 y 32 años que ahora duermen en la calle, debajo de un puente, en cajeros o locales y casas abandonadas. No son las únicas personas que viven sin hogar en la capita navarra. Tanto el Ayuntamiento de Pamplona como el París 365 y la empresa Xilema que gestiona el albergue de Trinitarios tienen detectadas un total de 40 personas durmiendo en la calle de diferente origen. Gente que vive sola, llegadas de otros albergues, extranjeros también llegados de otras comunidades o de otras localidades del sur de Navarra. Antes de la pandemia se calcula que eran la mitad los "sin hogar". De hecho la crisis sanitaria no ha impedido que muchas de estas personas se muevan desde otros puntos de fuera de la ciudad. Lo que ha cambiado y lo preocupante es el perfil de gente más joven que se encuentra en una situación límite. Como ejemplo, uno de cada cuatro personas que entran en Trinitarios tienen entre 18 y 25 años, proceden de instituciones sociales o con problemas en el entorno familiar que acaban en la calle cuando cumplen la mayoría de edad, o son jóvenes extranjeros no acompañado que acaban de llegar. Ya no son personas de cierta edad con problemas de adicciones o de salud mental, son jóvenes que acaban de llegar pero que necesitan apoyo y acompañamiento. Viendo la realidad de la inmigración sabemos que cada vez serán más las personas que necesiten salir de la miseria y la covid. Y el África subsahariana no es el único punto de origen, a la lista de entradas a Europa se incorporan países como Marruecos que han sufrido el freno del turismo y el cierre de aduanas y de negocios irregulares como el porteo y contrabando. También el desarraigo ha crecido en nuestro propio país entre la gente más joven y habrá que analizar sus causas y las secuelas de esta crisis.