scribí hace unos meses que la maniobra para apañar la elección de los compromisarios de la Asamblea de Osasuna era un error que podía derivar en un inmenso error. Aquella jugarreta abrió la puerta a un bucle que ha instalado no ya el hacer y deshacer a su antojo y el oscurantismo y la falta de información por parte de Canal y la directiva de Sabalza, sino, sobre todo, el ordeno y mando como único argumento. La decisión de apoyar la irrupción del fondo de inversiones que se ha traído Tebas a la Liga -un modelo que ya han rechazado otras competiciones europeas-, sin pasar antes por la Asamblea es un paso más en ese modo de actuar que se asemeja más a cualquier otra sociedad anónima del inestable fútbol español que a la sociedad deportiva que es aún Osasuna. De hecho, que Osasuna haya sido el único club que no es sociedad anónima que haya dado su sí al fondo de Tebas es significativo del ansia indisimulada por caminar hacia esa transformación en SAD. Una deriva ética y estética poco presentable. Ética porque impone un cortoplacismo en favor de los intereses de la directiva de Sabalza por encima de los intereses generales del club. Un préstamo de 50 millones de euros, a devolver por supuesto, a cambio de renunciar a casi el 11% de sus ingresos por los derechos televisivos durante 50 años, una cantidad que desde la situación actual sumaría otros 240 millones de euros que dejaría de percibir Osasuna. Primero, se añaden 50 millones más de deuda a la importante deuda que ya arrastra el club para la capacidad de generar ingresos que tiene. En segundo lugar, hipoteca el futuro del club al devenir de lo que pueda ocurrir deportivamente si no logra permanecer en el primer escalón de la Liga y a lo que pueda ocurrir también en un mundo del fútbol en constante proceso de cambio y transformación. Un largo plazo en el que lo que pueda ocurrir es hoy impredecible. Y en tercer lugar, entrega no sólo 240 millones de ingresos, sino igualmente buena parte de la independencia de Osasuna en la toma de decisiones al estar obligado a tener el visto bueno de la Liga de Tebas para el uso de esos 50 millones del fondo A Sabalza y Canal quizá todo esto les pueda parecer asumible para sus intereses personales, pero parecen unas hipotecas excesivas pensando en que su tiempo al frente de Osasuna tiene un límite mucho menor que los 50 años a los que obliga el acuerdo. Un chapucero ejercicio de egoísmo. Y estética porque además deja ahora sobre los miembros de la Asamblea el humillante papel de dar el visto bueno a una decisión ya cocinada y tomada a sus espaldas. En todo caso, Osasuna es más que Sabalza y su Junta y más que Canal y la masa social ha mostrado de forma creciente y contundente su malestar y enfado con esta forma de actuar. Pueden mirar para otro lado y blindarse en el parapeto del absoluto control que tienen hoy del club, pero ello no evita la realidad de ese cabreo cada vez más generalizado. Una afición activa y leal, un equipo honesto y cohesionado y un entrenador como Arrasate son ahora los mejores valores institucionales, deportivos y económicos de un club como Osasuna, no esos 50 millones que más parecen migajas de Tebas para hoy y hambre para mañana. La historia reciente de Osasuna en lo institucional debiera ser memoria activa en la toma de este tipo de decisiones, pero no parece serlo.