n el año 1987 el Casco Antiguo de Pamplona es declarado zona saturada de bares debido a la alta concentración de este tipo de establecimientos. Sin embargo, en 2006 se anula dicha prohibición y se da luz verde a la apertura de nuevos locales hosteleros bajo la eufemística denominación de cafeterías, que son lo mismo que los bares pero con servicio de comida todo el día... y la noche.

Como resultado, entre 2006 y 2014 se concedieron 74 licencias: 41 nuevas y 33 para reformas. A partir de 2015, con el nuevo Ayuntamiento del cuatripartito se decreta una moratoria que suspende temporalmente la concesión de nuevas licencias pues, según dicta un informe técnico: Esta apertura de nuevos locales de hostelería (en 2006) conllevó una confluencia masiva de clientes en las calles del Casco Antiguo, con el incremento de molestias para sus habitantes (ruidos, olores, suciedad, dificultad de acceso a sus viviendas...), llegándose a un punto de 'alarma social', siendo constantes las quejas y reivindicaciones de los vecinos a su derecho a vivir con dignidad en el Casco Antiguo. Hoy la parte vieja disfruta (como les gusta decir) de 242 establecimientos... más los adheridos.

El pasado 23 de junio DIARIO DE NOTICIAS publicó un reportaje titulado La hostelería revive en el Casco Viejo. ¡Y olé! añado yo. Ciertamente el escrito como publirreportaje no tiene precio ni desperdicio. Rezuma propaganda gratuita sin el menor sonrojo.

En él se citan dos locales que abrirán sus puertas de manera inminente, con la intención de dar vida al Casco Viejo de Pamplona. Imagino que para la inmensa satisfacción del vecindario, que sin estos estímulos se moriría irremediablemente de tristeza y aburrimiento.

Parece ser que el amor del propietario por la arqueología ha contribuido de manera decisiva para sacar a la luz vestigios "de una especie de conducción o acequia y los cimientos de una vivienda romana". Supongo que habrán sido bien datados, restaurados y conservados como corresponde a semejante hallazgo.

Dentro del local habrá mucha madera y hierro tipo industrial y se pretende "darle fuerte a la croqueta (...) en formato para cucurucho, de bocado". Espero que la croqueta sea eso, croqueta. El croquetavirus ya fue patentado.

Y diversificar, sobre todo diversificar, la oferta de la ciudad que "ahora mismo se ha demonizado un poco el Casco Viejo. Con la pandemia, la gente se ha acostumbrado a los barrios y a las terrazas". ¡Qué horror! La gente de los barrios se toma el vermú con la croqueta en la proximidad de sus hogares pues el Casco Antiguo está poseído por Satanás y sus huestes.

El Casco Antiguo de Pamplona seguramente tiene demonios, pero son de otra índole. Los demonios que han obligado a Javier, Ana, Juan, José Luis, Águeda, Julián, Paco, María, Nestor, Idoia, Jesús, Iñaki, Lola, Oscar, Roberto... y muchos otr@s vecin@s a abandonarlo forzosamente, es decir a exiliarse, responden a una identidad más tangible y corpórea.

Este barrio, a pesar de lo que algunos puedan creer, no es un decorado de cartón piedra donde el ocio se desarrolla sin medida y donde tiene cabida todo tipo de eventos festivos, o no, de manera indiscriminada. Tras esas fachadas que el turista fotografía sin piedad vivimos personas que pretenden desarrollar su actividad cotidiana.

A mi entender ese mensaje que el reportaje quiere trasmitir, de rehabilitar el Casco Viejo por medio de la hostelería, es partidista y perverso. No dudo que cierta hostelería y en según que condiciones sea un elemento necesario e importante que posibilita las relaciones sociales en sus diferente formas. Sin embargo, cuando el nivel de saturación alcanza cotas desmesuradas el equilibrio se rompe. La vida entendida en sentido amplio y profundo se extingue poco a poco dando paso a la creación de un parque monotemático que expulsa todo lo demás.

Estamos, eso espero, a tiempo de parar la gentrificación, es decir el desplazamiento forzado de la población. Es preciso intentarlo.

Por la desaparición de los demonios y el regreso de los exiliados.