Javier Esparza se le está haciendo dura la travesía sin fin en la oposición. Son ya más de siete años fuera del Palacio foral y, lo que es peor para sus intereses particulares, no se observa perspectiva alguna de que vaya a regresar. Un tiempo en el que ha evidenciado una nula capacidad de influencia en el Gobierno, que trató de reconducir impulsando el fracasado frente de derechas con PP y Ciudadanos con el que no sabe muy bien qué hacer. Hace 20 días, lo ninguneó en una rueda de prensa en la que tapó todos los logos de Navarra Suma y ayer, después de la fea falta de lealtad con sus socios, los desenterró. Fue en una extemporánea comparecencia convocada para valorar "la situación actual del proyecto del TAV en Navarra". Cuando lo habitual por estas fechas es hablar del nuevo curso político, al presidente de UPN no se le ocurrió otra cosa que responsabilizar a los demás de que esta infraestructura lleve un ritmo de construcción propio de la Edad de Piedra y proponer -ojo al dato- volver a los pelotazos urbanísticos para financiar el bucle de Pamplona, obviando que los incumplimientos con el TAV han sido un clásico en los gobiernos de UPN-PP. Esparza, que ofrece síntomas de vivir en un mundo ajeno al de la mayoría de la sociedad, se atrevió a decir a modo de corolario que ve a Chivite "agotada" y sin "un proyecto claro". Agotada, dice. Quién fue a hablar.