Fueron solo seis horas. El dios mercado penalizó a Facebook por dejar a millones de usuarios colgados sin poder usar sus servicios. Seis horas y un 5% de desplome bursátil. En el Génesis "Dios indica a Adán y Eva que no deberían comer del fruto del árbol del bien y del mal"; en el Genésis 3.0 "el dios mercado indica a las empresas tecnológicas que bajo ningún concepto se puede cortar el suministro de la dosis a los usuarios de las redes". La pesadilla de Zuckerberg se hacía realidad, su rostro palidecía un poco más. Algunos usuarios no entendían nada y salían de casa para ver si algún ovni bloqueaba las conexiones. Hay quien, acostumbrado solo a wasapear, había olvidado que su teléfono también sirve para hablar, para llamar, como antaño. ¡Es un teléfono imbécil!, se escuchaba decir. ¡Habla con tu familia! El pánico inicial se fue transformando en progreso. ¡Hablar! Ese acto cada vez más complicado, sobre todo para los adultos, quienes paradójicamente se lo tienen que enseñar a los niños. El mundo sería más aburrido sin estos acontecimientos que sirven para confirmar que, a pesar de todo, somos humanos. Y gracias. Humanos manipulables y estúpidos, vale, pero humanos. Humanos que cometen errores -¿fue fruto de un error o de un boicot? - en compañías estructuradas para no cometerlos, por lo que pagan a los mejores ingenieros. ¿Su objetivo? Conseguir dominar la atención de todo bicho viviente bajo la falaz misión empresarial de querer construir un mundo mejor. ¿En serio alguna de las muchas mentes brillantes que entran a trabajar en Menlo Park se creen eso? Que este episodio coincida en el tiempo con el descubrimiento de quién es la exempleada y garganta profunda que filtró al Wall Street Journal numerosos informes internos de Facebook, que confirmarían que tanto Zuckerberg como sus empleados son conscientes y cómplices necesarios de la propagación de mentiras, y de su influencia en eventos como el asalto al Capitolio del pasado 6 de enero, puede ser una simple casualidad, o quizás no. Facebook ha pausado ahora su proyecto Instagram Kids, un servicio destinado a menores de 13 años, después de sus recientes polémicas y crisis de reputación. Solo su pretendida intención de acceder a ese público, teniendo en cuenta los problemas de salud mental que muchos jóvenes de mayor edad están desarrollando como causa de su adicción a esta red, hace ver hasta qué punto Zuckerberg ha perdido cualquier tipo de horizonte que no sea alcanzar el máximo poder y control sobre la sociedad, a cualquier precio. El padre se parece cada vez más al algoritmo: ¿será engullido por él?
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