Síguenos en redes sociales:

Fútbol sin corazón

El corazón, ese gran músculo que nos hace latir a mil por hora por un equipo, por un hijo, mujer, hombre, cosa o sentimiento.. Ese maldito órgano que durante horas al día ni te acuerdas de él, pero que en segundos te cambia el orden de importancia de las cosas, poniendo blanco sobre negro y recordando, con apenas un latido de más o de menos, que él lleva el ritmo de tu vida, que él decide dónde, cuándo y porqué sentirás que ese, ese será un momento que nunca olvidarás o que quizá, y así es esta vida, será ese último instante...

LEA TAMBIÉN Pepe Alonso Ruz, un "rojillo hasta la médula"

Porque todo se reduce a eso, a ese instante... Ese instante, ese jodido instante es cuando un montón de cosas se alinean y se juntan y confluyen... y no se sabe por, y no se sabe dónde, pero lo que no depende de ti, poco puedes hacer, lo que no controlas se le dice incontrolable y suele llamarse casualidades de la vida.

Esas casualidades de la vida hicieron que pasara ahí (qué coño, no era mal sitio), hicieron que pasara en esas circunstancias (esas ya tengo más dudas que fueran las mejores sabiéndose rojillo y de Granada) y, por último, esas casualidades eligieron que ocurriera minutos antes de un gran partido, como todos los de nuestro Osasuna, y a más en el Sadar, antes de que esos jugadores y equipos, por el que el hubiera dado la vida (santa ironía) saltarán al verde, y antes de que alguien, algo o algunos, no tuviesen, ni seguramente jamás tengan, el mínimo de respeto a un corazón que había decidido pararse y que había latido por ellos durante muchos y muchos años.

Un gran corazón que no fue correspondido con un poco de dignidad futbolística, un mínimo de decencia, algo de respeto para haber mandado detener unos calentamientos a pie de campo mientras un aficionado dejaba su vida junto a ellos, mientras otros tantos corazones con Cruz Roja en la espalda sudaban por volverlo a oír latir en rojo... masajeando y masajeando sin parar... (a sus espaldas, mientras tanto, toquecito va toquecito viene) y 21.000 corazones más que no podían creer lo que estaban viendo. Al menos el mío sigue incrédulo. Bueno algo al menos se hizo bien, porque gracias a eso, y mientras un latido menos se escuchaba en el renovado Sadar, se consiguió que el partido empezase a su hora y que 22 jugadores (con sus corazones latiendo) pudieran calentar lo debido (Pepe pasó por el medio de ellos y creo que ya no pudo verlo) y el partido, eso sí, comenzara a la hora en punto. Al final lo importante es lo importante, ¿no? (latido más, latido menos). Gracias fútbol moderno. Va por ti Pepe!!