stuvo el lunes en Baluarte el monarca de las españas diciendo unos palabros en el arranque del Congreso Nacional de la Empresa Familiar. El mundo puede, amigos y amigas, que a veces sea un lugar demasiado sorprendente y hasta depresivo, estaremos de acuerdo en ello, pero en ocasiones las cosas encajan y la pieza cae donde tiene que ir y todo es como tiene que ser y uno puede respirar ya por fin aliviado. No iba a ir el monarca a inaugurar el Congreso Nacional de Autónomos o de Contratados Temporales 60 veces al año. Un tipo como él de lo que sabe, vive y viven sus ancestros desde que la luz era a velas es precisamente de la empresa familiar. De hecho, es el Maestro Obi-Wan Kenobi 18º Dan de lo que supone montárselo que te cagas a cuenta de la familia. Yo lo que no sé es cómo había allá entre el público seguro que un buen puñado de miembros de las primeras generaciones de empresas familiares, esos que sí se han partido la cara para levantar un negocio de la más absoluta nada, y, sigo, aguantaban allá tener delante al figura éste y a todo lo que supone, tan en las antípodas de lo que verdaderamente puede llegar a ser la esencia de una empresa familiar de verdad, tan respetables como las que no lo son. Pero, como ya he comentado, mejor ahí -o más ad hoc- que en el Congreso de Autónomos o de Parados o de Receptores de la Renta Mínima. Había fuera unas señoras echando unos vítores. Señoras echando vítores hay siempre, a quien sea. Y señores. Muchos señores también. Se les ve menos pero están detrás. Encargándose de que la empresa familiar esta siga alegrándose las generaciones a costa del erario público y de decenas de miles de funcionarios que se tienen que ocupar con el paso de los años de sus huesos. Año 2021, ya más cerca del 2022 que otra cosa. Vivimos en un país subdesarrollado, no les descubro nada. Y previsible y deprimente.