a la vista de los datos de la última semana, la sexta ola ya está aquí. Quizá sea menor y no comprometa de la misma manera al sistema sanitario -eso parece estar ocurriendo-, pero la realidad de los datos apuntan a un crecimiento de casos positivos de contagio y de nuevo a la progresiva expansión de la covid-10. Navarra ya duplica contagios y triplica ingresos. Es cierto que de momento parece estar bajo control, en buena medida porque Navarra cuenta como muro de contención con una alta vacunación comunitaria. Aún así, las alarmas ya han sonado y Navarra estudia aplicar medidas que puedan frenar la extensión del virus. Sobre todo mirando a casi ese 10% de los navarros y navarras que aún no se han vacunado ni por lo visto y con las oportunidades ofrecidas tienen intención de hacerlo. Son más de 50.000 personas con mayor posibilidad de vulnerabilidad ante un coronavirus que evidentemente aún sigue activo y en circulación allí donde pueda instalarse. Objetivamente, hay mucho de irresponsabilidad en esa actitud. Nuevas medidas suenan otra vez tan necesarias como seguir manteniendo los principios de precaución y previsión. La vacunación ha demostrado efectividad para detener y mantener bajo control la expansión del coronavirus, como lo ha sido antes ante otros muchos virus y enfermedades. Todos tenemos una amplia cartilla de vacunas en nuestro historial médico que se siguen aplicando con absoluta normalidad a los nuevos nacidos. Cuestionar que esos avances científicos han mejorado la calidad de vida sanitaria de las nuevas generaciones que los han ido recibiendo y de la atención sanitaria colectiva de la sociedad, en este caso de la sociedad navarra, resulta cuando menos absurdo. Desatenderse de la responsabilidad y el deber individuales de proteger a la sociedad de la pandemia del coronavirus y de garantizar el derecho colectivo al máximo bienestar sanitario no es de recibo. Los derechos conllevan también deberes y la vacunación ante una pandemia es el mejor ejemplo. Sabemos los datos por tramos de edad de los contagios de esta sexta ola en Navarra y también de la mucho mayor incidencia de la misma entre las personas que han rechazo la vacuna hasta ahora. Y es con esos datos con los que el departamento de Salud y los responsables de las medidas contra la covid-19 deben actuar. No se trata, al menos por ahora, de regresar a las restricciones más duras de movilidad, cierres y confinamientos que se han aplicado y hemos sufrido la gran mayorías de los ciudadanos los meses más duros de las anteriores olas, sino de poner en marcha medidas que sean eficaces a la hora de controlar la extensión de esta sexta ola con la mirada puesta en las próximas semanas y la llegada de nuevos puentes festivos de la proximidad de las Navidades. Porque la pandemia no ha finalizado -basta ver los datos que llegan cada día de otros países de la UE y de las decisiones que ya se están tomando allí-, aunque tengamos la impresión, puede que en poco tiempo errónea, de que sus efectos están lejos de ser como la han sido durante los meses anteriores. Y porque sería más duro no actuar ahora y volver al desánimo social y mental de un recrudecimiento de la situación sanitaria, del número y gravedad de contagios y de una vuelta a restricciones más duras.