in lugar a dudas mis momentos del año estuvieron en las madrugadas y mañanas entre el 3 y el 5 de agosto de 2021, viendo cómo un chaval de 22 años de Zizur Menor hacia 13.32, 13.27 y marca personal y 13.22 y marca personal en la final de los 110 vallas de los Juegos Olímpicos de Tokyo, para firmar la sexta plaza y una actuación inolvidable, en su primer año dentro de la elite mundial del atletismo y de su especialidad. Cuando llevas 40 años viendo citas olímpicas, mundiales y europeas y tu disco duro está lleno de nombres como Greg Foster o Kingdom o Jackson o Bryggare o Moracho o Sala o Merritt o Robles o decenas más te tienes que frotar los ojos cuando observas a un apenas crío de un equipo casi totalmente amateur como es el Grupoempleo Pamplona Atlético meterse en una final olímpica y firmar la mejor marca que cualquier navarro o navarra haya logrado jamás en la historia de este deporte si la medimos con la puntuación que la IAAF da a las marcas prueba por prueba. Lo que hizo Martínez en Tokyo es ya historia viva del atletismo y aunque su futuro es muy halagüeño -ha firmado por Nike, aunque seguirá entrenándose con el gran François Beoringyan- todos sabemos que estando ya en esos registros este deporte es muy duro para generar mejoras, por pequeñas que sean. Lo que venga, si viene, será una gloria, como lo fue toda su temporada 2021. Ese es mi mejor recuerdo deportivo de 2021. Me acuerdo de él al hacer repaso del año que acabó hace unos días y al ver en la prensa las inversiones por departamentos del Gobierno de Navarra. Sigo sin ver un euro para una posible pista cubierta en Navarra, la comunidad en la que entre noviembre y diciembre llovió y nevó 20 días seguidos y en la que sus atletas de elite -más de 10 medallistas nacionales, casi 20 finalistas- trabajan en condiciones pésimas en comparación con otras comunidades. Triste y decepcionante es poco.
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