Se acabó lo que se daba. Todo el mundo a su puesto. Se acabaron las vacaciones, la Navidad y el cachondeo barato; y a currar, que ya está bien de tanta fiesta y tanta tontería, que diría Úrsula en Macondo. Aquella abuela que quería hacer papa a un nieto y decía que tenía un alacrán en el corazón, cuando le preguntaron dónde está, pensando que le había picado uno. Pues eso, a trabajar (el que pueda y tenga), que antes se consideraba un castigo que había que pagar con el sudor de tu frente y ahora es y se considera un privilegio, que además puedes cumplir sin moverte de tu casa y en pijama. Vivir para ver. El mundo ha dado la vuelta (para unos pocos, porque para la mayoría sigue siendo un valle de lágrimas) por más que los que mandan lo quieran disfrazar de logros y avances. Como dicen los catalanes: "Se lo deberían mirar", porque no es verdad, que el personal sea muy feliz, tan feliz como inconsciente. Y solo algunos, que les sobra de todo y "al que vengan atrás que arree". Filosofía parda de la mala. Los alacrarnes del corazón son como Olentzero o los Reyes Magos pero al revés, que crean en los ojos de los niños resplandores inéditos.