a cuesta de enero se antoja empinada este nuevo año, todo cuesta más, es como si vivir en general fuera más duro, más costoso y no lo digo solo por los precios, que también. Llevamos la mochila muy cargada, no hemos conseguido vaciarla para dejar espacio y eso es esencial cuando quieres empezar algo de nuevo o seguir por donde ibas con rumbo y aire renovado. Para eso es el Año Nuevo, para estrenar propósitos y dejar atrás lo que no compensa, para emprender retos posibles y aprender de los fracasos vividos, quizás demasiado imposibles. No ha sido fácil, las Navidades han sido densas, no tan líquidas como eran siempre, han pesado, porque en casi todas las casas lo vivido ha sido diferente, probablemente más triste, aunque quizás no peor, por duro que parecía en el momento. El covid con todas sus vertientes tiene más consecuencias que las sanitarias, que son muchas, y deja marcas en las personas que solo el tiempo borrará o acabará de marcar. En algunos casos está pasando facturas demasiado altas. Pero queramos o no toca seguir cargando con él un tiempo, asumiendo el momento en el que estamos, aceptándolo o criticándolo, para desde la realidad poder seguir avanzando. Negar lo que pasa no es una opción. Asentarse en posturas que miran para otro lado creo que tampoco. Hay muchas maneras de mirar la realidad, pero cerrar los ojos implica dejar de ver y vivir a oscuras. No vemos las cosas como son, las vemos como somos, esa es una verdad recurrente a la que al menos yo vuelvo a menudo, cuando me faltan razones para entender, y vale para casi todo en la vida, también para este tiempo de preguntas sin respuestas. No sé, siempre he creído que la actitud de cada uno o una era decisiva a la hora de afrontar esta crisis y lo sigo pensando. No nos contagia el sistema, ni las decisiones políticas, nos contagiamos las personas. De poco sirve quejarnos de todo, criticar a destajo o refugiarnos solo en nuestros propios argumentos y convicciones para seguir con nuestra vida, si fuera los hospitales siguen a tope, los médicos, enfermeras y el resto del personal sanitario, también los gestores, están agotados, la sociedad no les brinda ya un aplauso y las soluciones se ralentizan. Falta empatía. El que hay de lo mío manda sobre el resto. El egoísmo pandémico es el lugar más fácil para negar la realidad. Y últimamente parece estar muy concurrido.

El covid con todas sus vertientes tiene más consecuencias que las sanitarias, que son muchas, y deja marcas en las personas que solo el tiempo borrará o acabará de marcar