uede quedarse tranquilo Borrel, el Alto Representante de la UE para Política Exterior, porque miles de personas van a bajar y hasta apagar la calefacción, seguro, pero no pensando en cómo cortar el flujo de financiación de la guerra a Rusia, sino por la impotencia de no tener posibilidades de pagar las facturas. Resulta increíble su propuesta lanzada al aire, como si el grave conflicto desatado tras la invasión rusa de Ucrania fuera algo a resolver dando al termostato de nuestros hogares. Eso para los que tenemos la suerte de tener casa y más aún de poder pagar la calefacción, de gas, de gasoil o eléctrica. Porque miles de personas no tienen ni lo uno ni lo otro, eso aquí, sin salir de nuestra zona de confort y mucho antes de que estallara esta guerra infame. "Reduzcan el gas en sus casas, disminuyan la dependencia de quien ataca a Ucrania y comprometámonos mas en una defensa colectiva", resumió el líder político. La vida está por las nubes, hace tiempo que lo venimos contando y sufriendo pero nunca había llegado tan arriba como lo está en este momento. Y la caída desde esa altura va a ser mucho más dura. Algunos hablan ya de economía de guerra, de esa sensación que nos hace comprar aceite de girasol aunque nunca lo hayamos consumido, como quien hace dos años llenaba su despensa de papel higiénico ante una amenaza de desabastecimiento que realmente nunca se dio. La pelota otra vez en el tejado de la sociedad. La misma que está abriendo sus propios corredores humanitarios para tratar de dar respuesta social a una crisis política y humanitaria sin precedentes y que pronto, sino ya, lo será económica. Pero hace falta mucho más. La solidaridad, el compromiso, la empatía, no son suficientes para un momento tan crítico. Y no se auguran buenos tiempos. En menos de un mes se ha pasado de hablar del relanzamiento y recuperación por el final de la pandemia a una revisión a la baja de las previsiones económicas. Y eso sí o sí repercutirá en todos los hogares, especialmente en los que menos tienen y peor lo están pasando. Porque en las guerras, y esta lo es, siempre hace frío. Como frío hace en las calles de Ucrania, en los búnkeres, en los edificios reventados, en los hospitales bombardeados, donde las vidas rotas ya se cuentan por miles. Que bajemos la calefacción nos dicen, como si fuéramos capaces de no sentir ese frío duro de la guerra.

Frío hace en las calles de Ucrania, en los búnkeres, en los edificios reventados, en los hospitales bombardeados, donde las vidas rotas ya se cuentan por miles