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¿Qué culpa tienen?

Crecí en los 80. Admiré sin tasa a Bubka, Sabonis, Kazankina, Belanov, Salnikov, Perlov, Poliakov, Vladikina, Tachenko, Volkov, Tarakanov, Konyshev, Blokhin, Paklin, Sedykj, Bryzgina, Samolenko, Bondarenko, Iovaisha... La lista es enorme, pues enorme era la cantidad de atletas hombres y mujeres de la Unión Soviética que destacaban en sus deportes capaces de generar admiración y cariño gracias a su calidad. A nadie se le escapa que el dopaje de Estado fue algo bastante obvio en los países del telón de acero, pero tampoco en Occidente -ahí están las marcas para corroborarlo- la pureza era la norma. De todo aquello, tras la caída de la Unión Soviética y la aparición de una notable cantidad de países, me ha quedado la simpatía por cualquier deportista que venga de aquellos lares, seguramente por la dureza de su carácter y, claro, por la admiración que es imposible no tener por, por ejemplo, sus estirpes de alpinistas, algunos de ellos involucrados en el intento de rescate de un amigo, como fueron los rusos de nacimiento Denis Urubko, Alexei Bolotov y Sergei Bogomolov, tres ángeles que la vida puso en el camino de Iñaki Ochoa de Olza. Por todo ello y también porque no termino de comprender qué culpa tiene un ciudadano de lo que hace su gobierno, no sé por qué se está eliminado de deportistas rusos individuales -el ciclista ruso Vlasov, por ejemplo, que está disputando la París-Niza- la simbología de su país, que es Rusia, y se les está acompañando de una bandera en blanco. Cuando no se les está impidiendo competir, claro. Puedo entender ciertos vetos, pero no que la acción de ciertos gobernantes tenga sí o sí que salpicar a personas que hasta hace 15 días eran admirables y admiradas y que ninguna responsabilidad tienen en lo que pasa. Bastante rusofobia había antes y bastante más ha generado Putin como para debido a ello tomar decisiones tan injustas como inútiles.