Sobreactuación - Me está resultando de lo más entretenido el penúltimo ejercicio de prestidigitación a varias bandas para hacernos tragar que a partir de ahora la monarquía hispanistaní va a ser la releche en verso de la transparencia. De entrada, esta sobreactuación perfectamente coreografiada es una forma de reconocer que hasta la fecha la dinastía borbonesca ha hecho mangas y capirotes con sus cuentas, pasándose por la sobaquera el pequeño detalle de que la inmensa mayoría de sus ingresos provienen del sudor de frentes ajenas. Por lo demás, hasta el más desinformado de los súbditos es capaz de intuir que los aspavientos de Felipe VI para fingir que está dispuesto a dejarse fiscalizar al céntimo es la molesta consecuencia de la imposibilidad de tapar los desahogos contables de su campechano padre. Sin aquellos escándalos que van a quedar impunes, jamás se habría dado movido un dedo para dar apariencia de transparencia.

Exclusiones intolerables - Sí, apariencia y pésimamente disimulada. Se vio en el primero de los movimientos pomposamente anunciados, la comunicación pública del patrimonio real, de la que no todos los partidos recibieron información previa. Como se ha sabido, fueron excluidos lo malos oficiales, los separatistas, pero también Podemos, es decir, el partido que conforma el gobierno de España junto al PSOE. Sin embargo, Vox estuvo al cabo de la calle. El detalle es más que suficiente para que resulten imposibles de creer el propósito de enmienda y las buenas intenciones de cara al futuro. Eso, por no hablar del hecho intolerable que supone que una institución no electa tenga el desparpajo de marginar a formaciones que sí han obtenido su legitimidad en las urnas. Hay que jorobarse con la "monarquía parlamentaria".

Nada cambia - Por si faltaran más indicios de la operación de blanqueo ante la que estamos, la letra pequeña de la novedad aventada a bombo y platillo descubre el mecanismo del sonajero. Resulta que la fiscalización de las cuentas de la Casa Real no se remitirá a las Cortes sino directamente al rey. Luego, el monarca, en su magnanimidad sin límites, publicará los datos convenientemente abrillantados en la web de Zarzuela para que el populacho admire la ejemplaridad del coronado y su familia. En resumen, pura pirotecnia que no cambiará lo sustancial: la ciudadanía seguirá sufragando una institución que, por más juegos de manos con que nos despisten, no dejará de ser opaca. Con el añadido de que la figura del rey seguirá siendo inviolable. Eso no lo tocan.