"Este suceso que voy a contar lo he tenido guardado desde niño..."
Este suceso que voy a contar lo he tenido guardado desde niño. Contra lo que pueda parecer, no tiene relación con necrófagas resonancias de buitres que, en sus vuelos de altura, atraviesan la foz, sino con los gritos pavorosos que di en sus inmediaciones cuando, a los 8 años, iba camino de Usún.
Todo comenzó en la tarde anterior del 25 de julio, al montar en la Salacenca, junto al bar La Concepción, para visitar a mi tía Anselma. En el asiento delantero me sentía un mocico por viajar solo, con mis 50 pesetas, ganadas en los recaos, y un brazo de gitano para la hermana de mi madre. Al llegar a Domeño, me apeé y seguí a pie hasta el Corral de Adansa, un edificio de plata y primer piso, cerca de dos caminos casi iguales: uno que conduce a Usún y otro al monte bajo. Tomé una dirección distinta de la que debía y, al rato, advertí que la senda empezaba a desaparecer. Lleno de turbación, tuve que emplear manos y pisadas para apartar zarzas y matorrales que me causaban rasmiazos. Además, nunca había imaginado que tantos y consecutivos ruidos nocturnos, como de bichos o cosas moviéndose, se pudieran producir en un monte. Así que, al no poder desprenderme de ellos, comencé a pedir socorro, llorando o a gritos sin interrupción, hasta muy entrada la noche. Después, se oyeron ladridos y la voz impetuosa de un hombre que volvieron de revés mis quejas en saltos de alegría. Enseguida apareció un perro de busca y, poco después, un mendigo que acudían en mi ayuda. Anduvimos, monte a través, hasta la Revuelta de Iso, y regresamos por carretera a Domeño, donde me encaminaron al carretil de Usún. Al pobre le di el brazo de gitano y las 50 pesetas, mientras sonaban nueve campanadas desde la torre parroquial y el sol empezaba a apretar.
Tras los sollozos de la llegada, se celebró una comida con la inconfundible impronta de mi tía, que siempre cocinaba con amor y deseo de agasajar a los invitados, pues así era su forma de vivir. Al día siguiente, cuando volví a Lumbier, me enteré de que, a muchas casas, había llegado la noticia de todo lo sucedido.