i la final de pelota del domingo, claro. En casa, por esa EITB que nunca algunos han querido que veamos. Por suerte, la tenemos y vimos la final entre dos navarros en una cancha navarra. En la grada, un ambiente espléndido y mucha cara conocida. Mucho deportista, pelotaris -por lógica- sobre todo, pero de todo un poco. Y mucho político, mucho. No sé, a mi me parece bien que los políticos aparezcan en los sitios, sin aburrir, claro. Y ya hace mucho que ni siquiera pido que cada cual se pague su entrada -ignoro cuántos de quienes fueron se la pagaron o fueron invitados-, pero me bastaría con ver el mismo nivel de interés político por otros deportes y especialidades: atletismo, balonmano, baloncesto, ciclismo de categorías inferiores, natación, etc, etc, etc. La pelota es, junto con el fútbol, un poco como de los pocos reductos en los cuales en según qué citas y según nivel ves aparecer a la clase política a disfrutar del espectáculo. Y está muy bien, está muy bien, pero al menos hasta donde alcanza la vista no se ve que a nivel político o institucional se haga un seguimiento no ya similar sino siquiera mínimamente parecido de competiciones también de elite nacional en montones de disciplinas en las que Navarra brilla con bastante asiduidad y desde hace tiempo. Tampoco ves que ese interés por lo que hacen ese día concreto Laso y Ezkurdia se concrete año tras año en la cantidad de dinero que se ofrece vía presupuestos generales de Navarra, vía Fundación Miguel Indurain -que crece, pero muy poco- o por las vías en las que crece en estos países de nuestro entorno o incluso en otras comunidades. Se me queda siempre la sensación de estar viendo esos míticos palcos de autoridades de Bernabéu o Camp Nou pero a pequeña escala y en nuestro deporte, mientras las grandes necesidades del deporte navarro son tratadas con mucho menos cariño y sobre todo medios de los necesarios.