os datos del empleo en mayo son una muy buena noticia. Navarra ha superado por primera vez los 300.000 afiliados a la Seguridad Social, los contratos indefinidos se han disparado por encima de los 7.000 y el paro ha bajado un 4% el pasado mes y un 12% en el último año. Más aún si esas cifras positivas se han producido en un contexto económico complicado, con una inflación disparada, que tiene previsiones de complicarse aún más. Son esas sombras lo importante a tener en cuenta. Pero no olvidemos a los que siguen en el lado malo. Las generaciones jóvenes, lo digo siempre, a los más de 30.000 desempleados de Navarra, a los trabajadores precarios y a los parados de larga duración de más de 50 o 55 años. No sé, tengo la sensación de que vivimos en un momento de euforia y está bien observar la balanza en sus dos platos. Las ganas de vacaciones y de fiestas populares están dejando en un segundo plano un presente complejo y un futuro cercano que no apunta muy bien. Y eso ya es contradictorio: una datos de empleo históricos en un momento de profunda incertidumbre económica, con los precios disparados y los bienes básicos encareciéndose día a día. No deja de ser inquietante. Igualmente, vivimos de espaldas a una dura guerra en nuestra misma Europa, casi como si no fuera con nosotros. Pero sus consecuencias se notan también a este lado de los Pirineos, esa muga natural que sigue siendo más alta de lo que parece. No sentimos aún una percepción anímica ni política similar a la que están viviendo los países europeos del este, centro y norte de Europa. Su miedo está a las puertas no ya de sus fronteras, sino de sus casas. Aún así no vale engañarse. Los resultados de la sucesión de sanciones que la Unión Europea ha ido imponiendo a Rusia tras su invasión ilegal de Ucrania están teniendo efectos muy negativos para las propias economías de los países europeos. Los hogares siguen perdiendo capacidad adquisitiva mes a mes, los suministros de materiales no están asegurados y todo indica que ese déficit del actual modelo de comercio internacional está lejos de equilibrarse a mejor. Y según advierten los organismos internacionales a la crisis energética se le va a sumar también una crisis alimentaria mundial. El capitalismo especulativo de los mercados que impera a sus anchas en el mundo de la globalización necesita y busca nuevos nichos de negocio y los bienes básicos para la vida de los seres humanos están en su agenda de objetivos. Mucho peligro y mucho en riesgo, pero los mandos los llevan otros. En este caos global actual no sólo está en juego una gran guerra geoestratégica por el poder mundial y el control de los recursos naturales y alimentarios, también miles de millones de euros de beneficio para las grandes corporaciones, fondos buitre y lobbies que trabajan junto a los que toman las decisiones para imponerles los intereses de los primeros que son los que realmente dirigen hoy en el mundo. Se puede ser realistas, pero no tontos. Es posible que al verano le siga un otoño e invierno muy fríos y no precisamente en el clima. Disfrutar en la medida de lo posible de lo que hoy está bien. Al menos, mientras sea posible. E incluso puede que esos nubarrones del horizonte escampen a tiempo. Esto último no sé si es ironía o esperanza.