a heroína vuelve a las calles. Así lo reconocía ayer Floren Luqui, miembro de Hegoak, asociación que ha puesto fin a su actividad después de 28 años por problemas económicos agravados por la pandemia: “En algunos barrios está volviendo con fuerza la heroína, quizás porque estamos perdiendo referencias”. Quizás algun@s no recuerden que en los 80 y 90 la heroína mató a más gente que cualquier guerra. Jóvenes más preparados y formados que los de la generación que murió por sobredosis, la que se inyectaba hasta en el cuello o en la ingle, se están volviendo a enganchar de esta droga que ya no se pincha, se inhala con un canutillo o se fuma en pipa. El terror al Sida y a la hepatitis C marcó el estigma. Hoy ya no se consideran yonquis. Dicen que es difícil que se den sobredosis pero sí que se produzca un desgaste en el cuerpo que lo termine consumiendo por otras descompensaciones físicas y psíquicas. En ciudades como A Coruña su mayor consumo en asentamientos chabolistas ha provocado un aumento de la mendicidad y la criminalidad. También desde Policía Municipal de Pamplona reconocían recientemente lo sorprendidos que están de la cantidad, variedad y horarios de drogas que se consume en la ciudad. Es una pena que asociaciones que han trabajado tanto por la prevención tengan que desaparecer por falta de apoyos. Han sido años complicados, de consumos más individualizados y menos vinculados al ocio pero estamos en un momento de riesgo en el que muchos jóvenes y adolescentes retoman o comienzan sus relaciones con mucho descontrol.
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