Todos estamos de acuerdo que las fiestas de Pamplona son unas fiestas sin par; sí, como las fiestas de Tudela son unas fiestas sin par, y las de Estella, y las de Cildoz... Por lo tanto no entiendo esta murga “son unas fiestas sin par”; de acuerdo, sí, como todas.Son unas fiestas sin igual, pero no son iguales para todos. Y también que las fiestas, como la ciudad, como los ríos... cambian (el cambio es lo único seguro) y las fiestas están obligadas a adaptarse a las nuevas realidades.Hay quien dijo que para frenar esta deriva de la fiesta sería conveniente suspender las fiestas durante 2 ó 3 años. Que sería la única solución para invertir la curva de la degradación y repensar las fiestas. Hemos tenido una tregua sanferminera (por la pandemia), y lo que nos han regalado han sido unas charlas sobre el futuro de las fiestas a cargo de las peñas, La Meca, etcétera(abandonen toda esperanza). No veo ninguna novedad ni deseo de cambiar nada.Con la excepción de la Plaza del Castillo. La ocurrencia de poner unas barras en la Plaza del Castillo (para compensar a los bares por la supresión de las carpas del Labrit) no contenta a nadie, ni a los bares. No beneficia a nadie, perjudica a todos y da una imagen de la ciudad bochornosa. Una plaza repleta de bares, barras, botellones, ruido... cuarto de estar de los pamploneses y emblema de la ciudad. Pero esto, a los que fueron capaces de arrasar con todos los restos históricos hallados en la Plaza del Castillo, no les importa, les parece una broma, se trata de hacer saber a la ciudadanía quién manda aquí. Es su naturaleza.Es decir, que no hemos sabido aprovechar esta tregua y hemos perdido una ocasión de oro para regenerar la fiesta y no hemos salido mejor, pero tampoco peor porque era muy difícil.