ace calor, claro. Y a menos no va a ir. Eso dicen. Es el fin del mundo, dice Lutxo. Pero bueno, tampoco hay que exagerar. Últimamente el fin del mundo aparece por todas partes. Es como si ahora el fin del mundo fuera lo más. Uno de los filósofos modernos ha llegado a asegurar que, en realidad, el apocalipsis ya ha empezado. Vale, ¿que no sabes qué es el apocalipsis? Pues que te lo expliquen en la parroquia, Lutxo, majo. Y pide un mojito, anda. ¿O tampoco sabes lo qué es? Yo me imagino a la especie humana, en bañador y con gafas de sol, avanzando tranquilamente hacia el apocalipsis con un mojito en la mano. Y con una sonrisa inducida, ya sabes. Inducida por sustancias, quiero decir, ya sabes. Hoy, por ejemplo, es el cumpleaños de Pessoa, el que dijo: siempre seré el que esperó a que le abrieran la puerta frente a un muro que no tenía puerta. Pero, demonios, ¿quién no ha tenido alguna vez la sensación de estar confiando en una fantasía? Quizá antes no fuera una sensación muy general, pero yo creo que ahora la tenemos todos. Será por algo ¿no? ¿Eh? Que nada, que es verdad, que hace mucho calor. Y las noches tropicales van a aumentar una barbaridad. Así que habrá que aprender a hacer mojitos, Lutxo. Y daiquiris. Pero, en realidad, lo de confiar en fantasías, lo hemos hecho siempre. En todas las épocas, quiero decir. Eso que conste. O sea, no es que ahora soñemos con puertas que no existen. Siempre hemos soñado con puertas que no existen. Porque, ¿no es, acaso, esa, nuestra verdadera naturaleza y condición desde que dejamos de ser monos: soñar con puertas que no existen? Por supuesto que lo es. Soñar con puertas que no existen es lo que nos ha traído hasta aquí. Yo brindo y brindaré siempre por las puertas que no existen. Porque también existen, creo. A su modo, claro. Qué calor.