l pasado sábado día 11 se celebró el Día de la Policía Foral. Un día en el que casi un centenar de agentes recibieron un reconocimiento ante las autoridades políticas y mandos policiales. Lo celebraron junto con familiares y amigos; otros nos quedamos al margen. Nuestra sección sindical no estuvo en el acto porque, como reza el lema de la concentración que discurrió en el exterior a modo de protesta y tal y como reseñamos en nuestros foros públicos, no hay nada que celebrar; mejor dicho, quienes van a ser homenajeados sí que tienen algo que celebrar, el resto, poquito tirando a no demasiado.

Sin embargo, por responsabilidad, coherencia y compañerismo, no estuvimos en la concentración. Quizás, quienes idearon la protesta ese día y a esa hora no encabezaron la pancarta exterior de las agrupaciones corporativas. No lo hicieron porque los hay quienes tienen la enorme capacidad de nadar y guardar la ropa, por aquello del por si acaso. Quizás las mismas personas que empujaron a los grupos parlamentarios a aprobar una Ley de Policías que nacía herida de muerte en sus aspectos meramente retributivos. Solo en esos. Sí, esos aspectos que, para aquellos quizás sean los que verdaderamente importan, más allá de mensajes y discursos vacíos de pluma trasnochada en los que se apela al sentimiento corporativo.

No solo no quisimos aguar la fiesta a la Policía Foral -muy manoseada y puesta en entredicho en los últimos tiempos por políticos y sindicalistas...-. Es que, además, como decía el músico y compositor Leonard Cohen, a veces uno sabe de qué lado estar simplemente viendo quiénes están al otro lado.

No, no estuvimos ni dentro ni fuera: estaremos criticando la inacción del Gobierno de Navarra para con la reglamentación de su cuerpo de policía. Tres años en los que, al margen de los meses de pandemia, poco, por no decir nada, se ha hecho para desarrollar la ley. Bueno, sí, lo que se ha desarrollado han sido aspectos que no benefician en nada a los policías. Una ley que venía a solucionar, en palabras de sus acólitos defensores, los graves problemas del cuerpo. Y lo decían aquel 2017, cuando una mayoría sindical logró que una mayoría parlamentaria echara atrás el proyecto de ley de la entonces consejera Beaumont.

Pero es que lo siguieron diciendo a lo largo del 2018, con altos mandos a la cabeza, hasta que en noviembre consiguieron, unos y otros -sindicatos corporativos y grupos parlamentarios como Geroa Bai, EH Bildu y hasta UPN, concretamente su exdiputado, el del no a la reforma laboral- que se aprobara una nueva ley. El maná llegaba al colectivo, o por lo menos ése era el cuento que todos aquellos habían esgrimido. Lo cierto es que los cuentos siguieron y siguen estando muy presentes en nuestro día a día, y las cuentas, las que verdaderamente importan, ni están ni se les espera.

Ya por aquel entonces, desde CCOO, junto con el resto de sindicatos de clase, lamentábamos, y seguimos haciéndolo, que se siguiera utilizando a la Policía Foral con más cuentos que cuentas. La norma entró en vigor a finales de 2018, y salvo una ligera mejora salarial, el resto, todo aquello que nos iba a hacer más felices y profesionales, no ha llegado. Eso sí, los aduladores de Twitter, con el beneplácito de sus troles anónimos y cobardes, vendieron derechos laborales a cambio de promesas incumplidas; posibilitaron un régimen disciplinario más duro; eliminaron el derecho de que las nuevas promociones de policías pudieran compensar en tiempo las famosas físicas; cercenaron el ascenso a policías con formación y experiencia; y regalaron flexibilidad gratuita a la Administración posibilitando la modificación de jornadas y horarios. En definitiva, a cambio de unas cuentas que, según ellos, iban a contentar a todo el colectivo, vendieron derechos laborales. Lo no visto nunca en el ámbito sindical: derechos a cambio de nada.

Entretanto, desde el Gobierno de Navarra se mira para otro lado; el jefe, en misa y repicando; Régimen Jurídico, analizando propuestas que el anterior fefe dejó redactadas, tres años después; Función Pública, en línea con su postura habitual de cerrazón y falta de negociación, diciendo no a todas las propuestas sindicales; y el Departamento, mareando la perdiz y pidiendo tiempo, a falta de menos de un año para el fin de una legislatura que se recordará como la del “lo estamos estudiando”.

En definitiva, razones para criticar al Gobierno de Navarra nos sobran desde CCOO, pero está claro que los tiempos los marcamos nosotros, y lo hacemos desde la coherencia, la solidaridad con el resto de trabajadores de la cosa pública y también la responsabilidad que tenemos con nuestra afiliación.

Sección sindical de CCOO en Policía Foral