iles de personas con la mirada ausente caminan cansadas. Llevan días con las pocas cosas que pudieron rescatar antes de dejar atrás sus casas. Son una serpiente que se ve desde el cielo en Centroamérica, en el Sahel, en el Mediterráneo... Algunas se detienen, se tumban y ya no vuelven a caminar, han muerto de hambre, de calor, enfermas o ahogadas. Son un punto flotando en el mar hasta que se hunde y ya nunca más se sabe de ellas, una cifra más de las miles que murieron en el camino.

Dibujamos a las personas que buscan refugio con la etiqueta de alguien que huye de la guerra, es normal, actualmente hay más de 57 conflictos activos desplazando personas todos los días. Lo terrible es que sólo unos pocos conflictos son noticia, lo indignante es que sólo unas pocas de esas personas son tratadas como refugiadas, pero eso es un tema aparte. Hoy quiero poner el foco en otra causa que desplaza a millones de personas cada año. Si ahondamos un poco más, la gente se acuerda de que, además de las guerras, la violencia, la violación de derechos, persecuciones políticas, religiosas o por género, son otras de las razones que obligan a millones de personas a abandonar sus casas. Pero hay una razón que causa más desplazamientos, que nos afecta a todos y que a día de hoy sigue sin contemplarse en la convención de Ginebra: son las personas refugiadas por el cambio climático.

Sentadas en el sofá de casa el informativo nos cuenta que el Huracán Mitch ha causado la muerte de 20.000 personas y desplazado a 400.000, o que el terremoto de Haití se ha llevado por delante a 300.000 personas y ha desplazado a otras tantas, o que este mismo 2022 1,3 millones de somalíes han buscado refugio en Kenia por la sequía. Desde el sofá, con el aire acondicionado, las noticias son un mantra habitual que nos ayuda a conciliar el sueño para la siesta, nada nos impresiona, nada nos afecta, o sí. Con la crisis económica tras la pandemia y la guerra de Ucrania, cuesta más encender el aire acondicionado, llenar el depósito del coche o la nevera de comida. Si a eso, le sumamos la mayor ola de calor desde hace 70 años, los campos están más secos, los pantanos más vacíos y vemos de cerca las consecuencias del cambio climático. Inundaciones, Danas, golpes de calor, ya no es algo que vemos en la tele, lo vemos desde nuestro balcón y, de repente, somos conscientes de que nos afectan nuestros actos. Cuando 20 millones de personas de otros continentes se desplazan cada año por el cambio climático no nos importa, cuando millones de personas se desplazan por guerras u otras razones, no nos importa, pero si la guerra resuena en el rellano o el calor nos ahoga al salir a la calle, entonces sí hay que hacer algo.

La estimación que se ha hecho, con pronósticos conservadores, es que en 2050 más de 200 millones de personas serán refugiadas climáticas, una de cada siete personas se desplazará por esta causa. Hace tan sólo diez años había 40 millones de personas desplazadas en el mundo, sumando todas las causas, hoy son 100 y, como no pongamos medidas, las cifras se saldrán de las gráficas. De nuevo el norte es causa de lo que ocurre en el sur. Nuestros hábitos de consumo son insostenibles y están poniendo al límite al planeta. El calentamiento global es evidente y las consecuencias naturales son visibles, los glaciares han disminuido, la temperatura ha subido, las catástrofes naturales son muy frecuentes y cada vez más destructivas, las sequías arrasan cultivos, generan hambrunas y matan miles de animales y personas cada día. Y de nuevo es el sur el que sufre las consecuencias y, repito, con casi 20 millones de personas desplazadas en el último año.

La cuestión es que las inundaciones, los golpes de calor, las sequías, sumadas a la crisis económica nos está afectando al norte y entonces en la cumbre climática de Glasgow es cuando damos un golpe sobre la mesa porque ese mantra informativo que nos ayuda a echar la siesta es una realidad para nosotros. Tenemos que hacer dos cosas, una es actuar ya, para concienciarnos que este planeta tiene sólo una oportunidad, que todas las personas que viven en él tienen el mismo derecho, vivan donde vivan de disfrutarlo, pero sobre todo, es hora de aprender a movilizarnos y actuar por los demás. De nosotros depende que las estimaciones de personas refugiadas climáticas para el año 2050 se queden en una anécdota. #EsHoraDeCooperar.

Y os lo cuento’, entidad de la Coordinadora de ONGD de Navarra