Máxima inquietud en Europa ante la posibilidad real de que Rusia mantenga el suministro de gas como arma para debilitar la Unión Europea, y hacerlo por el flanco más débil de la dependencia energética, pensando sobre todo en el invierno. Este importante aliado ruso llamado General Invierno ha sido un arma poderosa contra sus enemigos.

La primera vez que apareció el nombre de General Invierno fue en 1812, en una caricatura satírica británica dedicada al fracaso de Napoleón con la llegada del invierno ruso; apenas unas pocas decenas de miles de soldados, de un total de 600.000, consiguieron regresar a su país. Anteriormente hubo estragos similares que Napoleón no tuvo en cuenta, como lo ocurrido en 1708, en plena Guerra del Norte, en la que las tropas del rey Carlos XII de Suecia sufrieron el invierno más frío que Europa había visto en 500 años y casi la mitad de los soldados y de sus caballos se congelaron sufriendo una derrota descomunal ante el zar Pedro el Grande.

El caso más cercano lo tenemos en los nazis cuando prescindieron de la historia. Las tropas alemanas avanzaron sin los suficientes uniformes invernales y sus equipos militares quedaban inutilizados a causa del frío helador. Deberían haberse fijado en experiencias anteriores, pero no lo hicieron, y bien que lo pagaron con la destrucción del 6º Ejército alemán en Stalingrado que propició el cambio de rumbo en el desenlace de la II Guerra Mundial. Ahora es el turno de la Unión Europea, con el General Invierno adaptado a los tiempos actuales. De repente aparece la amenaza del gas ruso o, mejor dicho, su ausencia, con el dichoso invierno a la vuelta de la esquina. Cada país intenta apresuradamente colmar sus reservas y garantizarse el suministro en pleno verano, con varias olas de calor que han disparado el consumo de energía en forma de aire acondicionado incluso en países como Reino Unido, donde nunca se había dado una alerta roja por altas temperaturas. 

La Comisión Europea ha caído en la cuenta tarde de la poderosa arma que supone el invierno. Pensando siempre en ruso, ahora nos piden que la temperatura se tope a pesar del calor, y más tarde a pesar del frío. La carencia energética obliga a activar un plan de reducción del 15% en el consumo de gas desde el 1 de agosto para no sufrir en invierno. Una propuesta apresurada que algunos países se han negado logrando una reducción de dicho porcentaje. Esta improvisación –por no haber tenido en cuenta la historia– está provocando decisiones imposibles de creer a principios de este mismo año, como la propuesta de convertir en verde la energía nuclear o que la ministra responsable del medio ambiente alemán, del partido Los Verdes, se posicione a favor de la recuperación de la energía del carbón, el más contaminante de todos los combustibles fósiles. De nuevo, el General Invierno ayuda a Rusia antes incluso de llegar el otoño. Putin no puede sentirse más satisfecho.

Los seis paquetes de sanciones comerciales y financieros que ha impuesto la UE a Rusia no parecen causar el efecto esperado en Putin ni en el baqueteado pueblo ruso, acostumbrado a penurias peores, algo que no ocurre en la sociedad europea del colonialismo de las materias primas como si fueran suyas… Al dictador ruso le basta con mirar el calendario meteorológico y recordar la historia para dejarnos a medio gas, literalmente.

La estrategia europea pasaría por reducir la dependencia de las materias primas. De lo contrario, los objetivos del pacto verde de la Unión Europea mediante el uso de energías renovables estará en peligro por falta cobre, litio, hierro, níquel, hierro o tierras raras, que en su mayoría deben ser importados para producir baterías, pilas de combustible, paneles solares o bombas de calor que hacen posible el funcionamiento de la energía verde.

Si tenemos en cuenta que la UE no tiene materias primas, o son de extracción peligrosa para el Medio Ambiente, no hay más remedio que “aumentar la producción sostenible con asociaciones fiables en todo el mundo”; Thierry Breton, comisario europeo del Mercado Interior dixit. Que traducido significa que debemos mantener el colonialismo moderno con otros países que sí tienen materias primas ¡aunque la mayoría siguen colonizados y pobres! Ha tenido que ser Putin quien nos abra los ojos a la necesidad de ser menos derrochadores y de limitar la dependencia de los monopolios mediante una economía circular si queremos que la huella de carbono decrezca en Europa sin pasar apuros energéticos. ¿Para qué tanto centro avanzado del conocimiento, tantos think tanks en marcha, si no trabajamos primeramente lo esencial? Yo comenzaría por aprender de la historia.