En la superficialidad e inmediatez en la que a veces se convierte el debate político y mediático siempre es necesaria una reflexión más profunda y amplia para llegar a entender lo que pasa. Sobre todo en torno al tema de la fiscalidad, la redistribución de la riqueza, los servicios públicos y la garantia de la equidad y la cohesión social. Son muchos años por parte de algunos lanzando mensajes contra el pago de impuestos, como si fueran un lastre para los ciudadanos. Porque más allá de debates territoriales simplistas, ventajistas y tan contradictorios como los que han lanzado algunas comunidades del PP, que no resultan nuevos a la vista de la Comunidad de Madrid y se suman a la tradicional línea de ataque a los autogobiernos sustentados jurídica, política e institucionalmente por el Convenio y el Concierto en el caso de Navarra y la CAV, lo que realmente está de fondo es una determinada visión del mundo y de la sociedad. Una pugna entre modelos neoliberales que detrás de una supuesta defensa de la libertad y del propio mercado esconden todos los ingredientes para la desigualdad, la exclusión y la ruptura de la sociedad entre ricos y pobres. Sectores sociales estos más desfavorecidos y que en ocasiones pueden incluso llegar a caer en la trampa en forma de votos para nuevas formaciones políticas que en el fondo no hacen sino instrumentalizar viejas recetas con nuevos formatos, sobre todo en redes sociales, pero ahora también en parlamentos. El debate sobre los impuestos, también el del patrimonio, no es fácil de abordar pero en ningún caso se debe desligar de este contexto general de redistribución de la riqueza y justicia social si se entiende el mundo en términos de verdadera democracia. Lo ocurrido en Andalucía, con la decisión de suprimirlo, es un mal espejo al que mirarse. Si queremos derechos para toda la sociedad como ciudadanos y ciudadanas es preciso pagar impuestos como personas para fortalecer los servicios públicos. Y es de justicia social que quien más tiene más aporte. Y en eso no solo hay que hacer pedagogía sino reactivar una cultura política sobre lo común además de blindar todas las herramientas en el entorno más cercano que nos permiten gestionar los recursos públicos en los que se basa el mundo tal y como lo conocemos, aquí en Navarra pero también en el Estado y en Europa. Nada está tan seguro como creemos si la sociedad se deja llevar por algunos cantos de sirena que nos pueden conducir hacia lo que ya se vivió en otros épocas o se vive en otros lugares.