Ocho familias de Tafalla comenzaron a impulsar el proyecto de ikastola en el otoño de 1969. Unos meses después, en marzo de 1970, se consolidaba la fundación del centro educativo. Un aula cedida en la residencia de ancianos San Severino sirvió como primer ý modesto espacio de instrucción. El trabajo de los padres y las madres de los alumnos resultó incansable en los años siguientes, luchando por las mejores de espacio, por un lado, y contra las trabas legales que obstaculizaban la enseñanza en euskera, por otro. La historia de la ikastola Garcés de los Fayos es muy similar en su desarrollo a la de otras en la Comunidad Foral: un camino recorrido a base de entusiasmo, muchos sacrificios y con el compromiso firme e irrenunciable de implantar la opción de estudiar en euskera, primero, y de consolidarla y fortalecerla, después. En este proceso, la contribución de los ciudadanos, de los euskaltzales, ha sido y es fundamental; su plasmación más fiel es la concurrencia anual al Nafarroa Oinez, una fiesta que además de sacar a la luz el músculo de la lengua aporta unos ingresos económicos para sustentar los diferentes proyectos enraizados en cada localidad. Y después de la suspensión o las restricciones aconsejadas para contener los efectos de la pandemia, había ganas de disfrutar de la fiesta en toda su extensión y contenido. Se contaron por miles los euskaltzales que ayer se desplazaron a Tafalla, animados también por el buen tiempo y la excelente temperatura. Un premio al esfuerzo de la organización. Si se trataba de sembrar, de seguir sembrando el euskera como rezaba el lema de este año, buena parte del objetivo se ha alcanzado, no solo en el ámbito de Tafalla y la Zona Media, sino en toda Navarra. El euskera, que es una opción elegida por miles de familias para la educación de sus hijos e hijas, es también un patrimonio cultural y de identidad de esta tierra, por encima de intereses políticos que lo manosean como elemento de confrontación, provocando una crispación que acaba afectando a una lengua milenaria. Como se recordaba estos días, la Carta Europea de las Lenguas Minoritarias reconoce a las lenguas regionales “como expresión de riqueza cultural” y subraya la necesidad de fomentarlas “para salvaguardarlas”. Ese debe ser también el compromiso de las Administraciones. Para seguir sembrando.