Hemos revisado todo internet (casi sin exagerar) y no hemos encontrado a nadie que diga que la Royal Philarmonic Orchestra británica o la Orquesta Filarmónica de Viena son bandas tributo. Y nos extraña, porque son orquestas que no componen sus canciones, sino que interpretan las de Mozart, Beethoven, los Strauss y compañía. Y no con versiones propias de esos clásicos, sino lo más fielmente posible a las composiciones originales. Es decir, lo que hace toda banda tributo que se precie. Y, en su caso, con gran éxito de crítica y público.

El caso es que no podemos entender el desprecio que algunos amantes de la música tienen hacia las bandas tributo, sobre todo cuando el tributado sigue en activo.

Vale que con las bandas tributo debería haber un riguroso control de calidad, que hay alguna cosa por ahí que roza la herejía. Y vale que ver al original es mucho mejor que ver a la copia, pero cuántas veces el oído lo acaba pagando, porque las grandes ventajas del concierto de una buena banda tributo son:

1. – Sus cantantes siguen alcanzando las notas altas –Jethro Tull vino por Pamplona y, sí, fue una gozada verlo, pero Ian Anderson está afónico. Y qué decir de Paul McCartney y otros ochentones–.

2. Su repertorio es inmejorable. No vienen a venderte su último disco (por el método de cantártelo entero) sino que te ponen sus canciones que más molan.

De todas formas, este debate es casi irrelevante: la polémica sobre las bandas tributo se morirá (literalmente) por sí misma. En muy pocos años, será imposible oír de otra manera a cualquier cantante o grupo de rock clásico (en su sentido más amplio), porque estará ya muerto. Hasta Bob Dylan la palmará un día, aunque no se lo crean sus fanáticos. Y hasta Mick Jagger la palmará un día, aunque no se lo crea Mick Jagger. Y nos negamos a creer que los grandes amantes de su música se nieguen a ir a un concierto en el que se interpreten sus temas con calidad. Si Mozart y demás siguen llenando auditorios, no nos cabe duda de que las canciones míticas del rock no se van a quedar aparcadas en el vinilo o en el disco duro, sino que alguien las sacará a pasear como se merecen y alguien irá a disfrutarlas.