Definitivamente la derecha concurrirá dividida en Navarra a las elecciones de mayo. El Consejo Político de UPN avaló ayer la decisión que el lunes por unanimidad había tomado la ejecutiva, pero que lleva a la firma de Javier Esparza. Ha sido el presidente del partido quien ha asumido la decisión como antes la tomaron Miguel Sanz o Yolanda Barcina. O como el propio Esparza hizo hace cuatro años cuando apostó por ir en coalición con PP y Ciudadanos, curiosamente, con argumentos muy similares. Entonces también sumaban más.

En un partido presidencialista como UPN rara vez se cuestionan las decisiones del líder. Así ha sido también en esta ocasión. Internamente hay quien teme las consecuencias de la división, sobre todo en los ayuntamientos donde gobiernan como fuerza más votada (Pamplona, Egüés, Burlada o Barañáin) o donde tiene una mayoría absoluta ajustada (Tudela o Cintruénigo). Pero nadie ha levantado la voz.

Tampoco el alcalde de Tudela. Había expectación en la derecha por lo que pudiera hacer Alejandro Toquero, referente del ala más derechista de UPN y al que algunos sitúan ya como sustituto de Esparza si las cosas no van bien. Y aunque hasta ahora había defendido ir en coalición, finalmente ha optado por guardar un prudencial silencio y ponerse en la foto junto al líder del partido.

Así que la derecha irá a las urnas dividida en al menos tres candidaturas: UPN, PP y Vox, que pueden ser cuatro si Ciudadanos opta por presentar una lista a modo de epílogo tras su fugaz paso por la política en Navarra. Queda en el aire lo que puedan hacer Sergio Sayas y Carlos García Adanero. En enero tienen previsto iniciar contactos con el PP y todo apunta a que ambos se sumarán a la oferta electoral que plantee el partido de Feijóo.

No está claro sin embargo el efecto que ese movimiento puede tener en las urnas y, por extensión, en el reequilibrio de fuerzas en la derecha navarra. Sayas y Adanero cuentan con apoyo mediático en Madrid, y gran difusión en las redes sociales de sus discursos, marcados siempre por la feroz crítica al Gobierno de Sánchez. Pero la estructura local, la fuerza orgánica y el valor histórico de la marca siguen siendo de UPN, por encima incluso de su presidente. Y eso es algo con lo que el PP nunca ha logrado competir.

Es la gran pregunta que deja en el aire la ruptura de Navarra Suma. De qué forma se va recomponer la derecha y si esta nueva división va a permitir al PP hacerse con un espacio propio suficientemente amplio como para pensar en un sorpasso a medio plazo, algo que ya ha logrado en otros territorios con partidos regionalistas.

Una aspiración que explica la negativa del PP a compartir listas en las elecciones generales, un marco que le resulta mucho más favorable y en el que sí podría competir con UPN. Pero que conviene tomar con cautela. La derecha nunca ha ido separada a Madrid, ni antes del acuerdo de 1991, ni tras la ruptura de 2008. Incluso en los momentos de mayor tensión mutua hubo margen para compartir papeleta. A nadie le interesa poner en riesgo uno de los dos escaños que actualmente tiene la derecha en el Congreso. Y no es previsible que lo hagan.

El futuro de UPN

No obstante, más allá del reparto de escaños la ruptura puede facilitar también un cambio en la línea política que ha mantenido UPN desde que dejó el poder. Una estrategia basada en la confrontación y en la unidad de fuerzas que se ha visto arrastrada por la bronca permanente que se vive en Madrid, y que explica en cierto modo la crisis interna abierta con la reforma laboral. Prueba de que cualquier intento de salir de esta dinámica, en la que se ha implicado incluso al conjunto del Poder Judicial, tendrá también un coste para el partido.

No es un escenario sencillo para el líder de UPN, porque la polarización política también ha servido para cohesionar a los socios del Gobierno, tanto en Madrid como en Navarra, obligados a entenderse ante el ataque frontal y sistemático de la derecha. Y en ese contexto no va a ser fácil que el PSOE obligue al PSN a cambiar de estrategia en Navarra. Ni siquiera en el caso de un hundimiento socialista en las municipales, que es en el fondo a lo que aspiran los regionalistas. Entre otras muchas cosas, porque los aliados en Navarra son también aliados imprescindibles para seguir en La Moncloa.

De momento, el fin de Navarra Suma se ha justificado en motivos meramente tácticos. Una forma de atraer el voto de socialistas “decepcionados” y “avergonzados” con los acuerdos con EH Bildu pero que nunca votarían a las siglas del PP. De ahí las continuas referencias de Esparza a la formación independentista en cada una de sus intervenciones públicas.

En todo caso, el dilema de UPN no reside tanto en cómo concurrir a las elecciones, sino en la dificultad para llegar acuerdos que salgan de sus dogmas ideológicos, nostalgia de una realidad social y política que no va a volver. Por eso la nueva estrategia electoral no tendrá mayor recorrido si no viene acompañada de una reflexión mucho más profunda y serena. Y la respuesta no la va encontrar en los despachos de Madrid, sino en la pluralidad social y política de Navarra. Algo que UPN parece no haber entendido todavía.