El año que viene se van a subvencionar, al igual que este, determinados servicios del transporte público, tanto a nivel nacional como foral, de cara a fomentarlo frente al transporte privado, notablemente más contaminante en relación kilómetros-usuarios. En Pamplona, por ejemplo, este curso se ayudó a los usuarios habituales con una rebaja de 20 céntimos por viaje. Está bien, pero toda ayuda es poca y va a ser poca si de verdad se pretende que las ciudades sean un lugar cada vez más áspero para los coches y más amable y sano para las personas. Luego está también lo de la fluidez. Ayer me subí 4 veces a la villavesa para hacer el mismo trayecto de ida y vuelta dos veces. Hoy volveré a hacerlo. Es un trayecto que cruza buena parte de Pamplona y que según veo en las estimaciones de recorrido tiene 5 kilómetros. Bien, el tiempo estimado de viaje son 26 minutos, cuando en vehículo privado son 15. Lo he hecho también en bicicleta, a ritmo tranquilo, y tardo 18. Hay varios factores que lógicamente hacen que el viaje cueste más que en un coche, siendo el principal de todos ellos, obvio, el número de paradas que hace el autobús entre el punto de partida y el de destino. Por ejemplo, la villavesa en la que yo hice los viajes ayer paró en 15 paradas antes de llegar a destino. 15 paradas en las que, ya fuera para recoger o bajar gente, paró en las 15. Eso es una parada cada 333 metros. Hay paradas que están cada menos, cada 200 o 250 metros, apenas 40 segundos de trayecto lento. No puede ser. Seguro que organizar líneas y transporte público es complejísimo y lejos de mi intención dar clases a quien lleva décadas mirando y trabajando en ello, pero parece obvio que aligerar el número de paradas tiene que ser uno de los objetivos a futuro, por mucho que cada uno queramos una parada en la puerta de casa. Hay viajes que son una tortura y desincentivan el uso del bus.