Ya hemos conseguido librarnos un año más de todo lo navideño, quedan los restos en las cajas ya en el trastero para dentro de casi 12 meses aunque sería mejor que nunca más volviera este exceso colectivo. Perdón, ya me conocen tan agorero... porque quería traerles algo más positivo: un estudio sobre la confianza de la ciudadanía en la ciencia, como parece desprenderse de un estudio europeo sobre la cultura científica, de la mano de la fundación BBVA, que ha analizado las opiniones en Alemania, Reino Unido, Francia y España. En nuestro territorio tuvimos hace unos meses un estudio, de la mano de ADItech, donde también se analizaba qué nos pasa con la ciencia. Cuando se hacen estos estudios, como pasa con las encuestras sobre percepción social de la ciencia que lleva haciendo nuestro país desde hace más de 10 años, la cuestión es cómo queremos mirar su exigua realidad. Ay, la ciencia, podríamos decir. Se la valora, se la asocia al progreso, a nuestro futuro, se ve incluso necesaria y, poco a poco, nos va interesando más, hasta nos implica. Pero en diminutivo porque no llega a pesar tanto en nuestras vidas como lo que se percibe como muy importante, y es que vivimos en una sociedad que tiene tantas carencias y necesidades que no es raro que dejemos a la ciencia muy detrás de otros temas acuciantes. El fútbol, por cierto, entre ellas, porque el mundo es como es (lo digo con cierto sarcasmo). Seguimos pensando que la ciencia la hace otra gente, la que nos salvará en la próxima pandemia, la que permitirá que una empresa nos venda la última maravilla tecnológica, la que debe propiciar que nuestros hijos vivan en un futuro mejor… Nos falta asumir (y esto significa más políticas que lo propicien y más visibilización) que tenemos que invertir para que esta ciencia exista. Ya.