En un lapso de 24 horas, el Banco Central Europeo (BCE), el Banco de Inglaterra y la Reserva Federal estadounidense han elevado el precio del dinero al 3%, el 4% y el 4,5%, respectivamente, reforzando con ello el mensaje de que, con independencia de que las previsiones de crecimiento de la economía mundial son como mucho prudentes, el verdadero enemigo a batir es la inflación. La expectativa de que el precio del dinero en la Zona Euro se mueva en el entorno del 4%, con nuevas subidas a lo largo de este año, está ya siendo descontada por los analistas del sector financiero y sus consecuencias sobre la liquidez del mercado, también. El aumento de los precios y su doble efecto de riesgo de contracción de la demanda a la vez que una pérdida de competitividad de las empresas por un alza paralela de sus costes laborales, energéticos y de suministros apela también al conjunto del sector bancario a su papel como mecanismo financiador del crecimiento. Ante la sucesiva presentación de beneficios récord en la banca, el sector está llamado a adaptar su estructura de negocio, relajando la financiación de inversiones y las comisiones al ahorro y restaurando el equilibrio entre captación de depósitos y circulación de crédito. Esa aportación puede ser incluso más útil que la mera recaudación de una parte de los beneficios extraordinarios del sector por parte del poder público en tanto, siendo importante su papel, la principal función creadora de actividad y empleo no está depositada en el sector público. La actividad de los actores empresariales demanda que unos costes financieros crecientes no se añadan al resto de componentes de su gasto, limitando su competitividad, congelando inversiones o impidiendo crear empleo. El propio sector financiero encontrará en un mercado activo el mejor de sus escenarios de negocio en tanto este consiste en facilitar que fluya el capital hacia ámbitos de producción. No se trata de mermar el negocio bancario sino de que este se oriente a facilitar el círculo virtuoso de crecimiento en momentos de incertidumbre, evitando convertirse en un factor que dificulte la estabilidad económica; menos margen unitario a cambio de más volumen. Esto no puede esperar a que la inflación se reduzca y el precio del dinero se relaje y los números dicen que la banca tiene margen para ser actor positivo en ese escenario.