Hay personas a las que la vida parece empeñarse en hacérselo difícil siempre. La foto de su vida siempre es oscura y borrosa. Cada vida que se sucede a la anterior entre todas las vidas que conforman la vida de cada uno de nosotros llega con momentos mejores y otros peores. Eso nos ocurre a todos. Pero en esos casos el paso de los días en el calendario de la vida es una sucesión de hechos jodidos. A veces son personas, otras familia, incluso pueblos enteros a los que la historia maltrata invariablemente de todas las formas posibles con una vida siempre jodida encima. No sé me ha venido este relato tan sombrío para lo que es en realidad está columna repasando las fotos y vídeos de estos días que acompañan a las informaciones sobre el terremoto en las zonas de mayoría kurda de Turquía y Siria. Todas son invariablemente tristes, dolorosas. Incluso aquellas que muestran el milagro del rescate de personas supervivientes de debajo de toneladas de escombros y de hormigón resultan acongojantes. Los pequeños gestos de alegría quedan arrinconados y tapados por la imagen del silencio generalizado que emite el panorama desolador en que se producen. Los gritos de celebración quedan como pequeños susurros por el peso del silencio de la muerte que transmite el escenario de destrucción en que se han convertido en un instante edificios, barrios y ciudades enteras. No me refiero tanto a esas fotos o vídeos más icónicos que alcanzan las portadas de los periódicos o abren los informativos de televisión, sino al conjunto. A las decenas de imágenes que relatan cada una a su forma el alcance de un terremoto devastador. La muerte de esas más de 24.000 personas que ya engrosan la lista de fallecidos –sin contar aún las miles de personas desaparecidas o enterradas bajo los edificios desplomados–, y la vida de quienes han sobrevivido y ahora deambulan sin futuro por donde ya casi no queda nada. También los esfuerzos de rescate en unas condiciones meteorológicas especialmente duras y con medios materiales y humanos insuficientes dada la magnitud de la tragedia. Imágenes que hablan de catástrofe y también de humanidad. En la tragedia siempre se juntan lo peor y lo mejor. Ocurre en los naufragios de personas migrantes, en las hambrunas, en los desastres climáticos, en las guerras... allí donde los hechos –ya sea por acción humana o por la simple actuación de la naturaleza–, y todo lo que les rodea se empeñan en joder la vida a alguien, a uno, a pocos o a muchos, casi siempre hay unas imágenes que lo revelan y que conmueven los espíritus de quienes las contemplan. Aunque solo sea por un tiempo casi siempre breve. Llega fácil el olvido. Otras imágenes con otras historias que tapan a aquellas que nos resultaban hace solo unas horas conmovedoras por su dureza o por la fuerza del mensaje que son capaces de transmitir. Escribo estas líneas y el terremoto y sus consecuencias ya pierden espacio en los medios. Es tiempo de las críticas, de analizar las causas del alcance tan devastador, de valorar la respuesta internacional –tan diferente para Turquía y para Siria–, y de darle vueltas a lo que se puede hacer humanamente para tratar de paliar los efectos de las catástrofes naturales, ya que en buena medida son inevitables. La vida sigue. Pero hay días en que la vida se jode y nos golpea con toda su fuerza.