Claro, que ya comentaba una vecina de la plaza del Castillo que menuda pena le daban ahora los ancianillos de la Meca –y debe haber otra residencia en la calle Gayarre y otra en Avenida Galicia– y en general los vecinos cercanos a la zona de la plaza de los Fueros, donde van a pasar para los próximos sanfermines dos sesiones de DJ pin-pan quetumbanban. El ruidito. Quien no ha convivido con el ruidito no sabe lo qué es. No tiene nada que ver estar dentro del ruidito celebrándolo, o cruzándolo para ir a otra parte, y luego volver a tus tranquilos aposentos que estar intentando vivir en tus aposentos y que te instalen debajo o cerca una bacanal de decibelios para mayor gloria de las mejores fiestas del universo universal o el Día del Colega o las fiestas del barrio o así todo. El ruido. Es, desde hace años, un problema de salud pública de primer orden al que se le hace poquísimo caso, en la medida en que solo una pequeña parte de la población está directamente afectada por él. En Pamplona, especialmente en el Casco Viejo, pero también en zonas de ocio de San Juan y algún sitio suelto más. Así que tampoco estaría de más que la siguiente corporación que aposente sus reales en los sillones de mando le dé vueltas al coco acerca de dónde se pueden mandar los conciertos y los dj’s y estas cosas, si es posible que haya ubicaciones con menor afección que las actuales, con esa cosa al parecer tan tradicional de que el espectáculo tenga que estar o en el mismo cogollo del asunto o al lado, como si fuera inviable que tuviera lugar en zonas más despobladas o cuando menos ir repartiendo la gracia de Dios por los códigos postales y que no sean siempre los mismos los que tengan que vivir con tapones en los oídos en sus propias casas, como si hubiese una ley divina que imperiosamente encajase los escenarios ahí y nada más que ahí y no cupiesen en parte alguna más.