Cuando no sepas qué responder, utiliza la palabra “ecosistema”. Véase Elma Saiz, consejera portavoz del Gobierno de Navarra cuando le preguntaron por la decisión del grupo Volkswagen de no instalar una fábrica de ensamblaje de baterías en Landaben, que se añade a la noticia de que sólo se asignarán unos 150.000 coches en el periodo de transición al eléctrico, lo que hará que la mitad de la plantilla se vaya al paro. “Desde el Gobierno de Navarra lo que se está haciendo es trabajar intensamente para crear un ecosistema de inversión y de empleo atractivo en nuestra comunidad, de manera interdepartamental. El futuro de la planta está garantizado gracias a la electrificación”, dijo. Propaganda banal frente a la dura realidad. Hace un mes, a la presidente Chivite le invitaron a la central de Wolfsburg, le dieron un paseo en el cochecito que recorre la factoría matriz, y los alemanes le contaron lo que cuentan a todos sus visitantes políticos, el esfuerzo que supone reducir los costes de producción de cada unidad.

Chivite visita la planta de Volkswagen en Wolfsburg DIARIO DE NOTICIAS

A la vuelta, se anunció que la planta navarra recibiría una inversión de más de 1.000 millones de euros en los próximos años, la mayor de su historia. Pues parece que no va a ser así, y que lo que en realidad está pasando –cuanto antes se reconozca, mejor– es que la factoría se está dejando morir. Se anticipa el final de la producción de los coches térmicos, y lo que vaya a hacerse con el eléctrico, si es que se hace algo, no pasará del ensamblaje de algún componente. El problema es que ni el Comité de Empresa, do mora eternamente UGT, ni al parecer nadie en el Gobierno de Navarra saben leer bien la situación en la que estamos. VW ha llegado al coche eléctrico a la fuerza, obligada por el escándalo del fraude de las emisiones que le supuso abandonar sus desarrollos en diesel. Con toda su prepotencia habitual, creen que es un negocio similar al que han venido desarrollando durante décadas, que sólo hace falta acoplar nuevos componentes (baterías y motores) a sus viejos procesos y plataformas de producción, y comercializar con el mero aval del logotipo. Algún resultado de esta visión tan poco abierta se está viendo en los primeros modelos que han sacado, como los fallos de software del ID.3. Pero sobre todo, la industria tradicional pierde competitividad en un entorno nuevo, en el que China se dispone a inundar con este tipo de vehículos, más baratos y equipados, toda Europa, y donde la norteamericana Tesla marca la pauta de la innovación y las cosas interesantes, y parece pronta a lanzar un modelo en el segmento más económico. Las previsiones que se publican (como las de visualcapitalist.com, con datos de Global Markets Insights), muestran que además las marcas más antiguas son las que tienen menos márgenes de beneficio por vehículo (Tesla gana 9.574 dólares por coche, la china BYD 1.550, y Volkswagen 973, diez veces menos que la primera). La penúltima telaraña mental en la que deambulan sindicalistas y políticos navarros es la de creer que si se consigue una factoría de ensamblaje de baterías, el problema estará resuelto. Si estuviéramos hablando de una gigafactoría de Tesla a lo mejor, por las inversiones agregadas que arrastra fruto de sus atrayentes proyectos de I+D. Pero tratándose de Volkswagen, lo que el grupo quiere, porque así lo ha querido toda su vida, es que este componente le resulte lo más barato posible, y lo comprará donde sea. Ponerse a desarrollar por sí sus propias pilas sólo lo hace en la medida en que pueda disponer de una cierta autonomía estratégica y capacidad de inducir competencia entre sus proveedores, lo que ya consigue sobradamente con su planta de Sagunto. Así andamos, mendigando una planta de baterías, que apenas genera valor añadido, ni es relevante en términos de empleo, que está a merced directa de la competencia china, que requiere correcciones medioambientales muy severas, y que además, lo más importante, es que es algo que nunca ha hecho ni la industria principal ni la auxiliar. Pero como aquí hemos aceptado que los de la UGT y sus compadres socialistas lo saben todo, así estamos.

En efecto, hay más capas políticas en este problema. Decía también Elma Saiz que con el PERTE del coche eléctrico se solucionará toda incertidumbre. La realidad es que ha sido tan desastrosa su gestión, que Sánchez ha mandado a la ministra de Industria a seguir haciendo el ridículo a la campaña por la alcaldía de Madrid, y de paso se ha desmantelado todo ese Ministerio. Pero además, lo que hasta ahora han supuesto los fondos europeos ha sido poner una alfombra roja a Martorell, y Volkswagen ya formuló su petición: la factoría de Sagunto, cuyos yermos terrenos el propio presidente del Gobierno ha visitado ya dos veces. Queda poco por dilucidar. Es el final de Landaben, en la más clásica versión de Schumpeter. La historia de cómo hemos llegado hasta aquí está jalonada de política mediocre y mendaz.