Uno de los grandes retos de esta próxima legislatura y de las futuras no solo en Pamplona sino en todas las localidades de Navarra de tamaño medio y por supuesto en las pequeñas es el del comercio. Pasear por Pamplona, al igual que hacerlo por otros lugares, es pasear por un casi continuo escaparate de tiendas cerradas, persianas bajadas y polvo acumulándose en entradas y mobiliario. Hay comercios abiertos, claro, por supuesto, y según zonas todavía se mantiene una buena vitalidad, pero el problema en muchas calles, barrios enteros y municipios pequeños es enorme. Porque los comercios generan vida y ofrecen comodidad al vecindario más cercano y, en localidades pequeñas, prestan un servicio casi indispensable. Muchos comerciantes están llegando a la edad de la jubilación y son continuos los testimonios de aquellos que no encuentran relevo para sus tiendas, de igual manera que vemos que ya sea por los precios de los alquileres, la competencia de las grandes superficies e internet o por el modo de vida que exige, el comercio es cada vez menos una salida viable para muchos en la medida en que lo fue en los 60, 70 y 80, por ejemplo. Y es aquí donde Gobierno de Navarra y ayuntamientos tienen que virar sus políticas y proteger de verdad al entramado comercial, con legislación más restrictiva para los grandes, con imposición de vetos si se han traspasado ya límites de instalación, con políticas fiscales justas para los tiburones de internet y con toda clase de facilidades a la hora de poner un comercio, una aventura en la que muchas veces sufres tus peores momentos cuando te tienes que enfrentar a la burocracia, exigencias y cortapisas de toda clase de legislación diseñada más bien para desanimarte que para ayudar a que la gente se decida a dar un paso que es muy complejo y que en algunos casos sale mal y te deja temblando varios años. Urge cambiar el chip.