En Los asquerosos Santiago Lorenzo disparaba con ironía y visceralidad supremas a las costumbres y lenguaje de un determinado tipo de urbanitas que allá donde van implantan su modus vivendi. Refractarios al entorno. Manteniendo cada una de sus comodidades, manías y rutinas de ciudad en sus vacaciones de aldea perdida castellana o amazónica. Le repelen tanto que crea un término para definirlos, la mochufa. Hablan a gritos por el móvil, siempre y todo el tiempo.

Se compran un 4x4 muy equipado que contamina como tres coches para la aventura extrema que es conducir sesenta kilómetros hasta su segunda residencia y cinco hasta el hipermercado. Instalan persianas eléctricas y todo el equipamiento tecnológico que ofrece una vivienda domótica en esa caseta de campo que quería ser sencilla pero no le dejaron y dedican el día y medio que se acercan a “la naturaleza” a hacer barbacoas y beber cervezas. Ni un paseo por los alrededores.

La mochufa sería también la gente que sienta cátedra sin tener ni idea, la irrespetuosa e invasiva con el espacio y la tranquilidad ajenas, la que se enorgullece de su incultura. El cuñadismo nivel dios. Entre los clichés del vocabulario que emplea esta gente, desgastados y vacíos ya por exceso de uso, están ‘aprovechar’, ‘disfrutar’ y ‘escapada’. Entiendo muy bien a Santiago Lorenzo y cuando leí su libro pensé que un día encontraremos la descripción de ‘mochufa’ en el diccionario de la RAE.

También es cierto que a veces se me despliega la personalidad múltiple, piso el otro lado y abuso con entusiasmo del ¡¡disfruta!! y del ¡vamos a hacer una escapada! Como aún vadeamos la inestabilidad laboral permanente –y ya nos estamos hartando– hemos aprovechado un parón para teletransportarnos a una isla volcánica fuera de periodo vacacional, con mar y piscina frescos en todos los azules y carreteras y miradores en calma y pescado y papas arrugás al aire del Atlántico.

Todo casi para nosotros, con poco turismo gritón, sobretatuado, macerado en alcohol y asado al sol con derecho a vivir su tiempo libre. Y hemos disfrutado de esta escapada, a muerte. Ánimo, ¡ya queda poco para el verano!