Cada cuatro años puede pasar y esta vez ha pasado. La entrega del Premio Príncipe de Viana de Cultura ha sido el primer acto en el que se han dado cita, sin los corsés de las reuniones formales, los representantes de todas las formaciones políticas navarras que con las piezas que han dejado la reciente cita en las urnas deben componer ahora el puzzle de la gobernabilidad de Navarra para la próxima legislatura.

De la jornada en Viana, en la que una emocionada Dolores Redondo se llevó el galardón más prestigioso de la cultura local, no habrá surgido poco más que algunas fotos y corrillos, sin demasiada intensidad, con el morbo de la resaca de una semana de declaraciones y encuentros que dará paso a otra con agenda apretada e intensa. Porque el tiempo también juega y mucho, y más si a la habitual presión de los Sanfermines y la cadencia (este año alterada) de las constituciones de Parlamento y Ayuntamientos se le suma nada más y nada menos que la repentina convocatoria de elecciones generales el 23 de julio con su campaña electoral, que tiene un doble impacto en Navarra, de nuevo en el foco mediático y político estatal. Y ya son demasiadas veces.

Una Navarra que debería ser siempre sujeto y nunca objeto, por cierto. Pero, volviendo al principio y a la efeméride, lo que debería prevalecer es precisamente la cultura del diálogo y el acuerdo. Tener la altura de miras para canalizar la voluntad popular que con algunas variaciones y trasvases entre actores parece claro que se ha decantado por una mayoría social progresista. Votos sin vetos. Pluralidad y convivencia como esencia sobre la que construir un presente con vistas al futuro. Esto interpela a todas las fuerzas que directa o indirectamente han posibilitado ocho años de gobiernos del cambio, tanto para lograr acuerdos propios como para plantear luego acciones de gobierno incluyentes para toda la ciudadanía. Y, como lección aprendida, también se requiere trabajar y cultivar la cultura política de gobernar en coalición como elemento clave para la estabilidad institucional y consolidar cambios estratégicos por encima de tácticas, cuotas y cargos. Y en esto también el medio es el mensaje y las formas y tonos también cuentan. Nadie dijo que fuera fácil en 2015. Tampoco en 2019. El reto es un 2023 complejo, pero posible.