Tarde de muchísimo calor la de ayer, 10 de julio. El embudo de la plaza, repleto de humanidad hasta la bandera, dio litros de sudor para llenar dos pantanos como el de encima de mi pueblo. Una chicharrina que durmió enseguida a la mocina solanera, que apenas dio un tercio de su aburrido y repetitivo repertorio, más enfrascados, seguramente, en beber y beber, que es la forma, si no tiene alcohol, de aguantar tanto. Y en ello se presentaba el primer cartel donde el personal de a pie tenía consideración. Para unos porque les suena, ya que no son pocos los años que llevan deambulando por las plazas. Los más entendidos detrás de Daniel Luque, que lleva temporada y media de algo más que de dulce. Delante una gran corrida de Fuente Ymbro, en presentación extraordinaria para las exigencias de una plaza de esta categoría.

Luego, uno a uno, de primero a sexto, como debe ser, vimos faltos de fuerza, menos raza, clase y nobleza, e incluso bravura en el lote designado. Las notas lo dicen todo. Dos toros de notable, junto a otro que por los pelos no llegaría, dan un conjunto aceptable en una tarde donde todos murieron sin puntilla y con la espada hasta los gavilanes. Eso sí, unos mejor puestos y ejecutados que otros. Y ahí me posiciono junto a Luque, que con su cuadrilla fue lo más firme de la tarde. Su espadazo al segundo, igual el peor de la tarde, y la soberbia estocada al quinto, también bastante justo para un suficiente más que raspado, es destacable.

Ahora bien, que con faenas encimistas, ahogando al animal en su mayoría, no entendiendo las distancias y a ratos, como Perera, tirando pases como si de un carretón se tratara, no me dice que la cazuela de orejas que podemos servir esta tarde sea lo que realmente ha ocurrido en la Monumental. Luego los malos seguimos siendo nosotros, los del lápiz, que nos creemos más que nadie. Pero si esto es el futuro de la fiesta del toro, no hacen falta antis de nada. Solitos nos lo cargamos al grito de que la fiesta necesita de triunfos que la engrandezcan, e igual es cierto que así deba ser, pero si son tan pobres como los de ayer, donde la presidencia regala lo indecible, y encima se le falta por no dar más, repito, vamos por el camino de la ruina y la perdición. Toros al gusto para que se preparen orejas sin parar a cualquiera que mueva una muleta, sea como sea, bien o mal.

Y con el calor que pasamos ayer, entre pararse a los pañuelos solaneros, mover las banderas y demás, que muchos parece ser que es lo único que les importa, queda claro que nos hartamos todos de orejas al horno, pero de los de fuego, porque el aire brilló por su ausencia. Enhorabuena a todos por el manejo de la espada que nos sacó antes del coso, y a fuerza de ser cansino, sobre todo a Luque, que es el que más derecho se lanzó en pos de esa muerte eficaz y letal y le tocó bailar con el peor lote.

Orejas al horno