Los seis grandes bancos –Santander, BBVA, CaixaBank, Bankinter, Sabadell y Unicaja– han registrado 12.385 millones de euros de beneficios el primer semestre de 2023, un 20% más que el pasado año. De ellos, más de 9.000 millones los dos primeros, auténticos trasatlánticos internacionales de las finanzas. La cifra no es pecata minuta, claro que así cualquiera. Con el BCE apostando a muerte por la senda alcista de tipos de interés se han encarecido las hipotecas y los préstamos hasta niveles de hace más de una década. Mientras ellos racanean el ahorro en los depósitos ofreciendo unas miserables décimas de rentabilidad y aumentan los márgenes por comisiones.

Las energéticas, más de lo mismo, con ganancias draconianas gracias a la inflación y a la especulación y sin trasladar a los consumidores la fuerte reducción de precios tras un año de guerra en Ucrania. Con estos pingües beneficios, y con los resultados de las elecciones, a pocos se les escapa ya que el impuesto especial y temporal del gobierno Sánchez a ambos sectores ha venido para quedarse al menos otros cuatro años más y está plenamente justificado. Ni la banca planea recurrirlo, ni Feijóo se ha postulado para suprimirlo. Esta implacable fiscalidad hace más justicia, discrimina sólo a los beneficios milmillonarios y permitirá recaudar 3.000 millones este año. Con un impuesto como nunca, la banca (a la que rescatamos con dinero público no hace mucho) seguirá ganando como siempre. O mucho más.