La insoportable levedad del ser político de los medios conservadores de Madrid –digitales, prensa, radios y televisiones en un frente común entusiasta–, tiene como argumentario principal la consiga de “dar leña a Sánchez con lo que sea”. Y se acumulan noticias, tertulias, comentarios editoriales, etcétera en un volumen tan inabarcable como muy mayoritariamente idiota. El mantra de acabar con el sanchismo ha fracasado en las urnas, pero ha dejado momentos estelares para la historia del pseudoperiodismo que impera en estos tiempos y ridículos antológicos de supuestos grandes profesionales de la comunicación. Tras el fiasco electoral del 23-J, la juerga sigue igual. Ahora el asunto principal es las vacaciones de Sánchez en Marrakech: su gorrita, el resort donde se aloja con su familia, el restaurante donde cenan, la vestimenta de sus hijas y una sarta absurda de estupideces sin fondo político alguno. Pero ninguno de esos medios aborda, ni por equivocación siquiera, el fondo político que en todo caso puede tener ese viaje vacacional privado. Sánchez y su familia tienen derecho como cualquier otro ciudadano a su espacio de ocio, pero las decisiones que protagoniza el presidente del Gobierno están inevitablemente vinculadas a su papel institucional. Y el viaje a Marruecos tiene un profundo sentido político en un tiempo en el que Sánchez y el PSOE han roto unilateralmente y sin ningún otro apoyo en el Congreso la posición del Estado español respecto a sus obligaciones legales de descolonización con el pueblo saharaui y se han alineado directamente con las tesis de Marruecos contrarias a la posición oficial de la ONU, de la Unión Europea y del Derecho Internacional. De eso, sin embargo, no habla ninguno de esos medios que se dedican a vapulear a Sánchez con dosis de infantilismo político de medio pelo. El lobby marroquí es muy poderoso y sus capacidad de comprar voluntades políticas y medíaticas está contrastada e investigada por la justicia. Basta recordar el caso abierto contra varios eurodiputados en el Paramento Europeo o el espionaje al propio Sánchez y otros ministros de Pegasus. Que Sánchez viaje a Marruecos salpica su tiempo de ocio de una apestante sumisión política a los intereses de Marruecos y del decadente Mohamed VI en contra de los derechos democráticos del pueblo saharaui. Y no sólo los medios españoles miran para otro lado, sino que los partidos de los que depende Sánchez para volver a ser investido presidente del Gobierno, todos ellos en teoría comprometidos con la causa del Sahara, permanecen igualmente callados o mirando para otro lado. Y los que han dicho algo lo han hecho con la boca pequeña para cumplir. No parece ser la postura en el conflicto internacional político y jurídico del Sahara contra la ocupación ilegal y la violación sistemática de los derechos humanos de los saharauis –sobre todo de mujeres y jóvenes–, un tema lo suficientemente importante para situarlo sobre la mesa de negociaciones con el PSOE. Sánchez se quedó solo en el Congreso con su giro en favor de Marruecos, pero cumplido el compromiso formal de votar en contra, el pueblo saharaui vuelve al rincón de los olvidados, allí donde son condenados los pueblos expoliados y perseguidos del mundo. La legalidad, los valores democráticos y los derechos humanos para otro día.